Por Carlos Novoa (*)
El Presidente y el Secretario de Estado de EEUU anunciaron recientemente la destrucción en el Caribe de una embarcación proveniente de Venezuela que transportaba drogas y que pertenece a «una organización narco-terrorista designada». Luego especificaron que la embarcación estaba relacionada con el Tren de Aragua y que fueron liquidados los 11 tripulantes que supuestamente la ocupaban. Dejando de lado el evidente instinto suicida de un grupo de narcotraficantes que se lanzan al mar en medio del mayor despliegue militar de Estados Unidos en la zona en la historia reciente, es evidente que toda esta narrativa se vincula con la acusación al país sudamericano respecto al mitológico «Cartel de los Soles», supuestamente dirigido por el presidente Maduro.
Si no fuera porque resulta profundamente peligroso, inventar un cartel del narcotráfico se suma a la ridícula y macabra lista de excusas, que van desde la explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana en 1898, pasando por el Golfo de Tonkin hasta las supuestas pruebas que en su momento sostuvo Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la invasión a Irak en 2003. El saldo preliminar de esa invasión en específico, no la última y no la única, fue un país en ruinas, desgarrado por conflictos internos, donde los grupos fundamentalistas campearon por sus derechos y más de 200 mil civiles muertos.

No resulta ocioso el recuento del costo de una de las muchas invasiones norteamericanas para el país agredido, sobre todo a la luz de las posibles implicaciones de las denuncias hechas por el gobierno norteamericano contra Caracas, las cuales imponen que abordemos con seriedad esta acusación. En los últimos días varios análisis muy serios sobre este tema se han publicado en diversos medios, por supuesto sin que la gran prensa cartelizada se hiciera eco de los elementos aportados.
Para el estudio de los flujos de producción, distribución y consumo de drogas en la región existen varias fuentes de mucho valor. Una de ellas es la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Delito (ONUDD), la cual cuenta con numerosos expertos e informes de autoridades competentes, lo cual le permite elaborar un reporte anual sobre el tema.
Pino Arlacchi, director ejecutivo ONUDD, negó con firmeza las acusaciones contra Venezuela. En el informe presentado por la oficina en 2025 solo se menciona una vez a Venezuela y es para afirmar que alrededor de un 5 por ciento de la droga que se produce en Colombia pasa por el país. De hecho, el funcionario reconoce el destacado papel de la nación bolivariana en el combate contra este flagelo.
Arlacchi declara:
«Para poner esta cifra en perspectiva: en 2018, mientras 210 toneladas de cocaína transitaban por Venezuela, Colombia producía o comercializaba 2.370 toneladas (diez veces más) y Guatemala, 1.400 toneladas; sí, leyeron bien: Guatemala es un pasadizo de drogas siete veces más importante que el supuesto temible “narco-estado” bolivariano.»
Otro documento útil a consultar es el Informe Europeo sobre Drogas de 2025, el cual no menciona a Venezuela ni una sola vez.
Medios como Insigth Crime, por el contrario, se han sumado recientemente a la narrativa del supuesto cartel, queriéndolo convertir, más que en una organización, en una forma de referirse a la hipotética corrupción asociada con las drogas dentro del gobierno del país. Sin embargo, los propios informes de Insight Crime del pasado reciente desmienten la narrativa de Washington. Por ejemplo, en 2025 señalaban que el 83 por ciento de los narcos submarinos incautados en la región lo fueron en el área del Pacífico, proveniente en lo fundamental de Colombia y Ecuador. En 2024, Venezuela estuvo entre los 8 países que más droga incautaron en América Latina.
Las rutas del narcotráfico son transparentes. Indican con claridad quién produce, quién distribuye y quién consume. Los propios enfrentamientos entre los carteles por el control de diversos puntos de la cadena son también claros indicadores de las estructuras y ciclos de poder de estas organizaciones criminales. La pregunta entonces es ¿cómo es posible que surja un Cartel tan poderoso que lleva a la mayor potencia militar de la historia a movilizar ingentes fuerzas al Caribe sin que ningún informe especializado haga referencia a él en los últimos 20 años? De hecho, antes de que la administración Trump la impulsara, no existía la narrativa del Cartel de los Soles.
La ironía aquí es que el país que representa en torno al 28 por ciento del consumo mundial de drogas, según la ONUDD, amenaza con invadir a uno de los países que más sistemáticamente ha combatido el consumo de drogas en la región. Y no exageramos con el peligro de estas acciones norteamericanas. Solo el Grupo Anfibio de Despliegue Inmediato Iwo Jima representa 4500 marines, con capacidad de operar unos 30 helicópteros y aviones de aterrizaje vertical como los Harrier y los F35 B Stocker. Y estos acompañados de buques con una abundante y diversa carga misilística, más submarinos nucleares.
Toda la operación en curso impulsada por la Casa Blanca apesta a petróleo. O mejor aún, a ansias de petróleo y recursos naturales, mientras hunden a otro país en la devastación y el saqueo. El costo humano, para esta gente, no es nada al lado de poner las garras sobre los fértiles suelos y subsuelos de Venezuela.
Aunque no me cabe dudas de que la Patria de Bolívar será otro Vietnam para el imperialismo norteamericano, debemos denunciar y desenmascarar a estos piratas y ladrones del siglo XXI. Que tengan plena claridad de que ejecutan sus actos no ocultos en los velos de complicidad que tienden sobre ellos los medios cómplices, sino ante la clara vista de los pueblos.
(*) Carlos Novoa, escritor y periodista venezolano