Por Claudia Suárez Delgado (*)
Nos acercamos al Museo Histórico Cabildo, en Montevideo, a presenciar la obra “Fiesta Patria” bajo el concepto y dirección de Mariana Percovich. En el programa se plantea: Fiesta Patria es un trabajo de investigación escénica de “sitio específico” sobre la identidad nacional uruguaya fundacional, sus mitologías, traumas sin resolver, en el contexto del Bicentenario de la Declaratoria de la Independencia.
Lo primero a resaltar es el espacio elegido para la puesta en escena, el lugar obliga a una función bifrontal que genera un impacto de intimidad de los espectadores con las y los artistas. Cada función alberga unas sesenta personas, favoreciendo -desde la cercanía- la identificación y el habitar los diferentes climas que la obra propone.
El Cabildo tiene un valor simbólico, para el contenido de la obra, muy importante. Llama al cuestionamiento de la historia del país que transitó ese espacio bajo el lente, hoy, del pensamiento crítico que nos invita la obra. Cabe rescatar también la alegría de que estos espacios se encuentren abiertos para este tipo de actividad, que en definitiva los llena de vida y permiten seguir aportando a aquello que fue su función: la construcción de identidad y ciudadanía.
Mariana Percovich, su directora, es una mujer que ha sabido plasmar su aporte en la cultura del país desde diferentes roles que van desde lo docente, a directora de la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático), como escritora y periodista cultural, como directora teatral y como política, asumiendo la dirección de cultura de la Intendencia de Montevideo entre 2015 y 2020. Ella nos recibe al llegar y nos despide al culminar la obra, y mientras transcurre nos acompaña sentada como una espectadora más, una siente el cuidado amoroso que ese gesto implica, la horizontalidad, la apertura y la presencia.
El elenco integrado por Nandhi Abad, Carolina Eizmendi, Ximena Echeverría, Jonathan Parada, Juan Carlos Pereyra, Susana Souto Fernández, Valeria Vega Santos, German Weinberg resalta por su diversidad y calidad. Los cuerpos y palabras relatan un guión que visiblemente ha hecho carne en cada una de las personas en escena. Es posible sentir los aprendizajes y el impacto que la obra tuvo sobre cada uno de ellos, que generosamente nos invitan a transitar por nuestros propios cuestionamientos.
Mención aparte merece el vestuario a cargo de Alondra Pereira y Virginia Vázquez, un vestuario que desde la simpleza y la armonía está repleto de simbología pero a su vez resulta utilitario a las necesidades de las personas en escena. También merece un destaque la capacidad de generación de climas desde la iluminación a cargo de Inés Iglesias. Dentro de la obra a su vez se puede apreciar un producto audiovisual de Victoria Drandich con la actuación de María José Coitiño.
La obra nos invita a un paseo por las violencias constituyentes de nuestra identidad, obligándonos a romper la negación obligatoria impuesta, invitándonos a legitimar otros relatos, mirar a nuestro lado y nuestra historia, habilitando la aparición de aquellas identidades y sucesos silenciados.
Es una puesta en escena que nos contacta con el dolor pero también con la dignidad, con la riqueza que nos brinda ser diversos, ser descendientes de pueblos sabios, guerreros y asentados en la tierra. Una invitación a recuperar la totalidad de nuestros colores, aunque esto tenga el costo de recuperar el horror de las historias que como pueblo tuvimos que vivir para mal habitar este relato blanco, desteñido, y manchado de sangre.
Para finalizar solo podemos decirles que: ¡no se la pierdan! La obra está en escena los días viernes a las 19h y los sábados a las 12h del mediodía, hasta mediados de setiembre, las entradas se pueden obtener por Tickantel y hay varias promociones.
(*) Claudia Suárez Delgado, licenciada en Psicología especialista en Gestión Cultural en UDELAR, integrante de la Red de intelectuales y artistas en defensa de la humanidad (REDH), ceramista.
