Misiones socio pedagógicas: “entre el teatro y el cine, la polenta”

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Por Ricardo Pose(*)

Faltaban cinco años para que la selección uruguaya dejara el estadio de Maracaná mudo con su segundo gol, y Uruguay, pero sobre todo Montevideo, se autovacunara de amnesia que no le permitía ver su realidad más cruda y se convenciera que era la Suiza de América.

Dos años antes del triunfo deportivo, batllistas y socialistas impulsaban en el parlamento la Ley de creación del Instituto Nacional de Colonización, en su cruzada contra la expansión y las consecuencias del latifundio ganadero.

Pero ya era un poco tarde; el latifundio del ganado cimarrón al tiempo que había generado enormes extensiones de tierra para que las vacas vivieran de la fotosíntesis del pasto, había concentrado cientos de pequeños asentamientos humanos que por las condiciones de pobreza de sus habitantes (“gurisito patas chuecas, barriguita de melón, donde hay tantas vacas gordas , no hay ni charqui para vos”) se los denominó pueblos de ratas.

Un mapa del Uruguay confeccionado en 1956 por el Centro de Estudiantes de Arquitectura, ubicaba esos pueblos de ratas, salvo en Montevideo y sus límites sobre Canelones y San José, puntos rojos señalando los rancheríos;  Uruguay parece enfermo de viruela en todo su territorio, zarpullido de la pobreza extrema que era vivida por algo más de 125 mil almas.

Con motivo de cumplirse 80 años de la primera misión socio pedagógica, Mate Amargo conversó con la Maestra Cristina Hernández, integrante de la Asociación de Amigos de los Institutos Normales y que participó de una misión en 1971 (una de las ultimas antes de que fueran prohibidas) en Cerro Largo y con el maestro Gabriel Scagliola docente del Consejo de Formación en Educación que se ha convertido en un riguroso estudioso de aquellas misiones.

En el histórico edificio donde hoy se ubica el CFP sobre la calle Cuareim, sitio de donde salieron las primeras misiones, compartimos esta charla.

C.H. Gabriel (Scagliola) estaba comenzando a investigar el tema de las misiones y María en España había cerrado un período de reconstrucción de la memoria de las instituciones de la segunda República. Entonces el tema central para ellos en ese momento era el estudio de las misiones pedagógicas (porque las de España se llaman pedagógicas) y habían hecho toda una investigación maravillosa cuando se encuentran los dos por las redes que estaban investigando lo mismo  y entran en contacto.
Yo estaba en ese momento en un cargo de confianza del Gobierno de Tabaré Vázquez, el primer gobierno, a cargo de la organización de todos los institutos del magisterio del país, e hicimos un proyecto entre los tres para que nos permitieran investigar y hacer un libro como el que habían hecho en España y se publicó.

Hagamos un esfuerzo de imaginación, ustedes que estuvieron participando e investigando y vamos a tratar de poder viajar a aquel Uruguay de los 40’.

C.H. El único instituto oficializado que daban los títulos para maestros era el normal de Montevideo. Eso es bien importante porque ¿qué pasaba? la gente que quería estudiar magisterio venía a hacerlo a este edificio.
Yo digo que tiene mucha importancia porque la directora que toma ese año en la dirección del normal es la primera directora efectiva por concurso. Eso ya te está hablando de que se empieza a profesionalizar la cosa, porque antes eran los directores o directoras anteriores, todos eran por nombramiento directo.

Se llamaba María Orticochea y era de Artigas, quiere decir que era una mujer que conocía el medio rural y ¿quién era el profesor de filosofía de la educación del instituto normal de Montevideo?: Julio Castro, que era del medio rural también, allí se unen dos cuestiones fundamentales.
Y estaban esos estudiantes de Montevideo o también del interior, pero más bien de ciudades que no conocían el medio rural y que salían con un título a trabajar al medio rural porque en Montevideo había menos cargos, entonces tenían que elegir títulos para el interior. La directora ya se había dado cuenta que sus estudiantes, al no conocer el medio rural, iban a fracasar o se iban a mimetizar con el medio así que el objetivo pedagógico no se iba a cumplir; le interesaba que los chiquilines de Magisterio no llegaran a esos lugares como caídos de la tomatera y que llegaran medianamente preparados para trabajar en las Escuelas que además eran ranchos algunas de ellas, no tenían ni siquiera una cama acondicionada para el Maestro, con alumnos que estaban pasando hambre, y esos estudiantes de Montevideo ¿qué iban a hacer?, se morían de pena, de susto, se iban o se cambiaban enseguida de Escuela.

G.S. En el surgimiento de las misiones hay todo un contexto nacional e internacional que acompaña ese proceso.  Los estudiantes de Magisterio conocen diferentes experiencias que se dan en México y en España, que tienen que ver con las misiones culturales mexicanas y las misiones pedagógicas, porque era parte de su formación y -entre otras cosas- acá llegan diferentes exiliados españoles que vienen regularmente a Montevideo y participan con una serie de conferencias donde cuentan el tema de las misiones pedagógicas españolas.
Uno de ellos, en España estaba a cargo de una revista de pedagogía, una publicación muy importante para ese período y cuando viene a la Argentina Exiliado, por supuesto, crea una editorial y sigue trabajando con los títulos de pedagogía.
Como contaba Cristina, era el tema de la formación del estudiante, porque cuando se recibían no iban a trabajar en la ciudad, sino que iban a trabajar al medio de la campaña y entonces pasaba que muchas veces el estudiante desertaba porque una cosa era la formación teórica y otra cosa era la realidad concreta.
Al mismo tiempo se da el proceso de creación de la Federación Uruguaya de Magisterio, entonces hay un contexto que va acompañando este interés por parte de los estudiantes de reconocer el lugar donde iban a trabajar, y las misiones socio pedagógicas le permitían justamente este contacto con la realidad que ellos no tenían.

Julio Castro, en alguno de sus artículos, planteaba que una de las grandes limitaciones que se tenía era justamente la formación netamente urbana que se adquiría, entonces era importante llevarlos al contacto con esa realidad.
Vale reforzar esta idea de que las misiones socio pedagógicas surgen justamente de la Asociación de Estudiantes Magisteriales de Montevideo y fue una experiencia colectiva, porque nos pasa siempre que se le atribuyó a Julio Castro que es quién escribe y de alguna forma se le atribuye la organización, pero la organización fue netamente de los estudiantes de Magisterio, que ellos recibieron el apoyo de la asociación de amigos de los institutos normales y del Consejo de Educación Primaria Normal , pero Julio Castro dice en una de esas crónicas, “de todos menos del Ministerio de Educación y Cultura”.

C.H. Es bien interesante la autonomía que tenía el Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal que les permitía profundizar y acordar todo lo referente a los problemas de la enseñanza, tanto de la Escuela como de los Maestros.

Miguel Soler siempre dice: “yo no puedo entender cómo los inspectores de ahora no están impulsando los cambios y las verdaderas reformas, porque en 1944 eran los inspectores los que veían que la Escuela Rural, así como estaba no podía funcionar”.
Existía esa miseria tan grande en la que vivían los peones, los trabajadores del campo, esa era la verdadera situación, que a veces ni siquiera podían constituir familia porque tenían que arrear ganado, suponete de Durazno a Rivera, y cuando llegaban a Rivera se quedaban y se aquerenciaban con otra mujer y la mujer que había quedado en Durazno con sus hijos tenía que aceptar que viniera otro hombre porque si no ella no tenía recursos para sobrevivir. Entonces pues, imagínate, un estudiante de Montevideo enfrentado a esa situación.

G.S. Yo creo que una de las grandes virtudes fue la voz colectiva dentro de Magisterio y esa voz colectiva se ha expresado a través de los Congresos. Uno de los Congresos que se realizaba fue la concentración de Maestros de Tacuarembó en el año 44’, donde se planteaban justamente estas necesidades. No había una visión de la realidad de lo que pasaba en el campo, que eran los rancheríos, que tenían un nombre despectivo que era pueblos de ratas, donde se pensaba que ahí estaba todo el mal, el famoso quilombo con todo lo que tenía que ver con las enfermedades infectocontagiosas, como se decía en aquella época. Tenía que ver con el contrabando, tenía que ver con el abigeato, tenía que ver con el analfabetismo, etcétera.
Es a partir de esos congresos que de alguna forma se plantea que algo había que hacer; hay una crónica donde Julio dice que las misiones no son la panacea, no es el objetivo, pero son una forma de denunciar un estado de situación que vivían 125 mil personas y de esas  personas, 20 mil eran niñas y niños, pasaban hambre, frío, no tenían, prácticamente no tenían calzado.

C.H- Castro cuenta que cuando llegan a Caraguatá, van en motocar (un vehículo que va por las vías férreas), como se decía en ese momento, hasta Fraile Muerto que era el lugar donde llegaba más cercano a Tacuarembó y de allí tienen que irse en camión que ya tenían contratado hasta Caraguatá. Pero había llovido y los caminos estaban imposibles para que el camión lo llevara. Pasan uno o dos días en Fraile Muerto hablando con la gente que los invita a comer, a cenar, gente que tenía recursos, y ven a esos 18 estudiantes con 3 profesores y Julio les comenta que ha visto una cantidad de niños sin suficiente abrigo, sin zapatos. ¿Y qué le dicen?: “Ah, pero eso ahora está mejor porque antes andaban descalzos y apenas con una arpillera que eran como los indios”; una realidad que en las murallas de la zona urbana, a veces ni se enteraba lo que pasaba en el campo.

G.S. A partir de la segunda misión se van a juntar con estudiantes universitarios y es la matriz de la Extensión Universitaria. Y van a surgir otros nombres como Miguel Soler, Rubén Yañez, Hugo Rodríguez, Elena Quinteros.
Una tercera etapa comienza cuando la acción de cátedra se transforma en actividad de campo tomando el ejemplo de los intelectuales españoles durante la República y los resultados de la Revolución Mexicana, aparecen en el horizonte la formación de los maestros en las misiones socio pedagógicas, era como el contraste entre lo que es la realidad y lo que es la formación teórica, porque la formación teórica te removía, pero la práctica te removía toda tu formación.

C.H. Quiero comentar que en ese momento también surge la Asociación de profesores normalistas y es muy importante porque, ¿qué plantearon?, que tenía que surgir un claustro normalista porque no podía solo una persona en la dirección resolver cuestiones, y que tenemos que formar la Universidad, la primera vez que se habló de una Universidad de la Educación, que hasta ahora no la tenemos, fue hace 80 años.

En las misiones sociopedógicas, lo que sí queda claro es haberse encontrado con esa realidad, registrarla, difundirla, pero desde el punto de vista pedagógico, ¿cuál era la tarea de campo por llamarla de alguna manera?

C.H.  (Muestra una foto del libro donde una pelirroja de 19 años está en una ronda con niños y otras docentes), yo estuve en la misión del 71’ que fue de la última que se hizo, en la Escuela Rural 14 de Cerro Largo, estación Getulio Vargas; en un principio nosotros teníamos claro que teníamos que llevar cosas que necesitaba la Escuela, suponete herramientas de huerta, pintura para pintar la Escuela, ese tipo de cosas y después lo que hacíamos, sobre todo era visitar los hogares de los niños que venían a la Escuela, por eso lo de socio pedagógicas, o sea, no íbamos a enseñar a escribir, a leer. Allá había Maestros que estaban en esos cargos y que sabían lo que tenían que hacer, pero lo que sí faltaba era tomar conciencia de cuál era la problemática de esas sociedades rurales.
Cuando vos ibas y entrevistabas, en esos hogares, a la gente, vos le preguntabas en qué trabajaban y bajaban un poco la cabeza, y los que trabajaban -porque ellos se dedicaban al contrabando- mirabas para el costado y veías los barriliños de caña.
Otro dato interesante es la cantidad de niños que nos encontramos en el 71’ en esa Escuela, 40 años después volvimos en el 2011 y habría 3 o 4 niños y el año pasado se cerró. Entonces ahí hay un tema que ya los inspectores de aquella época se habían dado cuenta, y es que se empezaba a despoblar el medio rural porque no había condiciones para vivir dignamente, etcétera, etcétera.
G.S. Pasa algo muy interesante que es que los estudiantes normalistas a lo que aspiran es, de alguna forma, a repetir o reproducir lo que aprendieron en los institutos normales. Entonces lo que ellos hacen es, por ejemplo realizar una serie de talleres, puericultura, higiene, cocina, agronomía, declamación, cine, teatro, y cuando llegan se dan cuenta que antes de cada función o antes de cada actividad lo que tenían que hacer era cocinar.

Está la famosa anécdota de que le preguntaron a un niño qué le gustó más, si el teatro o el cine y el niño le dice “la polenta”; se encontraron con que había una realidad que era completamente adversa y tenían que conocer el medio rural, pero también denunciar justamente el estado de situación en que se encontraba la gente.

C.H. Las misiones también van cambiando y se van modificando, fundamentalmente bajo la influencia de los estudiantes universitarios, otra forma de organización de las misiones que tienen que ver con el crecimiento comunitario, que tiene que ver con mantener las relaciones justamente a la distancia, de seguimiento.
Miguel Soler nos decía: “que ustedes tienen que dejar de ir al interior porque ahora el problema está en la zona suburbana y en Montevideo”. Pero también en las periferias de las capitales del interior y pueblos del interior.

G.S Una de las cosas fundamentales era lo que traían de la misión, que eran más preguntas que respuestas, entonces una de las cosas que se planteaban era cosas disímiles, la reforma agraria, la necesidad de la reforma agraria, justamente para la eliminación de rancheríos, porque una de las grandes preocupaciones de Julio Castro era qué hacer con esa gente que vive en esos rancheríos y decía: “primero darle un lugar digno y un lugar digno se lo daba justamente con la distribución de la tierra”. Pero para Julio Castro no era solamente la distribución de la tierra, sino que también era la educación, si le damos la tierra, pero no le enseñamos cómo trabajarla y cómo cuidarla, es la nada misma.
Moisés Lasca jefe de la primera misión socio pedagógica fue un violinista y en la primera misión llevó su violín y en medio del rancherío se puso a tocar, y había una mujer que vivía en ese rancho que se pone a llorar porque era la primera vez que había escuchado el violín y entonces Moisés se emocionó de ver a la mujer que se emocionaba escuchándola a él; creo que eso es una parte fundamental, la empatía, la sensibilidad, que forma parte, también, de la formación del maestro.

C.H. las misiones socio pedagógicas siguieron haciéndose en el ámbito del Magisterio hasta el golpe de Estado. Después del golpe de Estado, se retomaron por el año 87’, y se mantuvieron -quizás con un gran desconocimiento de nosotros- en el ámbito departamental. Por ejemplo en Treinta y Tres, se arreglaron e hicieron sus propias misiones después de la dictadura.
No se autorizaban porque además estaban identificados los misioneros como gente de izquierdas. Fíjate que hubo una cuestión bien interesante que fue la misión donde quedó como misión permanente un hospital que realizó allí el maestro Felipe Cantera en pueblo Centurión.

G.S. Ya en los 90’ íbamos a un merendero en el Tobogán (asentamiento sobre ruta 1 en el cerro de Montevideo) y participábamos justamente desde la olla del Tobogán y claro, nos encontramos con que participar en esas actividades asistencialistas, y Miguel Soler nos respondía que un niño con hambre no aprende. Ahí solucionamos toda nuestra discusión teórica y filosófica de las cuestiones de los procesos de aprendizaje, y a involucrarnos con esas realidades.

Vamos a volver al Tobogán y a lo que hablaba con Soler, porque ahí hay una cuestión que me interesa, porque en tanto participación de ustedes como maestros y maestras, no gente que se supone que tiene la apropiación de ciertos aspectos educativos. ¿Cuál es el aporte que hacen justamente para romper con una tarea meramente asistencialista, que las pueden hacer no docentes?

G.S. Yo creo que esa es una de las grandes discusiones; primero que nada pensar que las misiones no son la práctica docente, no es la práctica rural, se diferencia porque no es que vos vas a la escuela y te centrás en la Escuela y te centrás en el aula. Es trabajar junto con las comunidades y nosotros hacíamos todo lo que podíamos llegar a hacer: apoyo escolar, alfabetización, pero también dábamos la merienda, compartíamos las mismas inquietudes, nos aportaba el trabajar junto con el vecino, estábamos ahí, formamos parte de esa comunidad con todos los problemas que tenían. Yo me acuerdo en aquel momento cuando hacían una especie de razzia y llevaban a la gente a la seccional, nosotros íbamos a acompañarlos a la seccional 24, o también trabajamos junto con ellos en la construcción del merendero.
El aporte pedagógico al final terminaba siendo ínfimo con respecto a lo que nosotros dábamos, porque en realidad abarcamos otras cuestiones que aportaban más a nuestra formación, el poder conversar con el vecino, con el padre, la madre, las problemáticas que se vivían, el comprender la problemática de la familia y encontrarnos a nosotros mismos también .

C.H. Alguien decía que la misiones socio pedagógicas constituyeron un movimiento revolucionario, que pusieron el germen de la reforma agraria como una posibilidad para realmente terminar con esa mayoría de gente hambrienta y sin condiciones dignas de vida, y por primera vez los que estaban más cerca de esa realidad fueron los Maestros.

Julio Castro cuenta que “cuando visitamos a una persona y le preguntamos cómo anda, nos dijo ¿y qué quiere que le diga? en eso ya nos dimos cuenta que ese hombre no había vivido toda la vida ahí. Ese hombre conocía, tenía otros horizontes y sabía que la gente podía vivir de otra manera”.

(*) Ricardo Pose es Periodista en Caras y Caretas, Presidente sector Prensa Escrita (APU). Columnista en Mate Amargo, CX 40 Radio Fénix, Radio Gráfica, Tierra de periodistas Rocha FM, Notero en Telesur y tvg China

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