Hebrio de lo ebreo

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Por Carlos Pereira das Neves(*)

Así de confundido, así de ver el ojo en la paja ajena y de ver la “h” camaleonizarse en su mudez, aprovechando la afónica protesta de una comunidad internacional desvencijada, ventrílocua.

Consumida, consumiendo su propia intoxicación. Un estado de trastorno temporal de las capacidades -sobre todo mentales- a causa de la ingesta excesiva de películas, declaraciones, noticias, que escondiendo una pequeña parte de los acontecimientos escapan al rótulo de mentira o tergiversación y abonan una renga perspectiva de la realidad que los favorece.

Los borrachos vamos pechando las problemáticas: históricas, étnicas, actuales, genocidas; sin reparar en ninguna, una más inmensa que la otra, con un agente esperando apresarnos moral y públicamente al grito de “anti semita”, si es que llegamos a atravesar el muro de las balas diplomáticas.

El alcohol lo vende el hermano del dueño del cine, primo del director del diario, amigo del Embajador, con contactos en las fuerzas de seguridad. El borracho está solo, carece de colectividad.

De Clausewitz a Durán Barba

¿Qué es un medio sino una herramienta para alcanzar un objetivo? Un medio es algo que intermedia entre el hacedor y su creación final, entre la idea y su materialización. A ese medio-herramienta se refería el historiador y teórico militar prusiano, Carl von Clausewitz, cuando en su ‘De la guerra’ sostenía que: “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

En la década del 70’, el filósofo, historiador, psicólogo y teórico social francés, Michel Foucault, propuso invertir la máxima y decir que: “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Lo hizo retomando las reflexiones de Henri de Boulainvilliers sobre la conformación del Estado francés, como una conquista originaria de una raza sobre otras que fueron determinando una serie de mecanismos y formas históricas que resultaron en la conformación de dicho Estado.

Llegamos al siglo XXI y las guerras nos parecen tan lejanas, aunque observemos en las redes (porque los canales informativos difícilmente lo muestren) como van cayendo las bombas cual fuegos artificiales en alguna ciudad árabe de Medio Oriente, o como Israel ha tirado -desde el 7 de octubre pasado, y de forma ininterrumpida- más del poder de destrucción equivalente a cualquiera de las bombas atómicas que Estados Unidos tiró en Japón ya finalizada la Segunda Guerra Mundial.

O quizás porque el combate cuerpo a cuerpo o un enfrentamiento entre tanques y ametralladoras se cambió por misiles de cuarta generación lanzados a distancia, drones, o sanciones económicas. Y la fallida invasión terrestre del ejército mejor preparado en el mundo contra la cárcel a cielo abierto más grande y denigrante del mundo, bien podría servir de ejemplo.

Es que también cambiaron los medios y algunos Medios ya no median entre 2 puntos, sino que se han transformado en uno de los actores de la disputa. Conservan su disfraz lingüístico como garante de objetividad al momento de la interrelación pero, sin dejar nada librado al azar, se transforman en sus propios medios. Y acá aparece Durán Barba, que de creativo no tiene nada, el engaño en la guerra es un viejo medio, un viejo miedo, tan viejo como el mismísimo pueblo hebreo.

Y si vamos a hablar de Estado…

Hablemos de 1948, un 14 de mayo, cuando David Ben Gurión proclamó oficialmente la Independencia de Israel, en territorio palestino.

La historia comenzó mucho antes, las primeras inmigraciones judías a tierras palestinas de las que se tienen registro datan de 1881. Pero no fue hasta 1917 con la Declaración Balfour (por el Ministro de Asuntos Exteriores británico Arthur James Balfour), en donde se promovió la idea del establecimiento de una patria en Palestina para el pueblo judío, y posteriormente la Segunda Guerra Mundial, que la inmigración judía creció en número e importancia.

Los sionistas, ideólogos y artífices de esta historia, tenían como ideal la creación de una nueva sociedad judía basada en la autosuficiencia y el trabajo manual. Y antes que los enfrentamientos con los árabes terminara en una guerra declarada, no desalojaban a los campesinos palestinos, sino que les compraban las tierras y las mejoraban.

La revuelta árabe de 1936-1939 fue dirigida contra los británicos, que desde 1920 administraban Palestina como Mandato de la Sociedad de Naciones. Los sionistas, de todas formas, fueron conscientes de que los palestinos le estaban dando forma a un movimiento nacional que más temprano que tarde obstaculizaría la idea de un Estado judío, y se abocaron a la tarea de planificar el enfrentamiento. Ben Gurión no llegó a desarrollar nunca estrategias de paz realmente viables, solo intentó ganar tiempo.

El Estado judío iba a afirmar sus pretensiones por la lógica de la fuerza, empezaba a cobrar forma una variedad israelí de militarismo en virtud de la cual las milicias de la Haganá y sus jóvenes comandantes prácticamente imponían a los líderes la respuesta a los nuevos desafíos.

El lobby, el relato y el lobbylato

El sionismo siempre ha tenido buena banca, así comenzó todo y así ha ido creciendo. Patrimonio heredado por el gobierno israelí, simbólicamente heredado, porque la riqueza le sigue perteneciendo a esas familias de empresarios que nunca fueron kibutzim…más bien fueron los que derrotaron -y también desterraron- a los kibutz, instalando en su lugar un régimen de ocupación y gentrificación. Detalle que nunca aparece en ningún análisis, porque la perspectiva de clase no se aggiorna a los 280 caracteres de Twitter, porque en esta lucha desmedida, irracional, por el centro de la opinión…pareciera que en Israel no hay izquierda ni derecha, no hay pobreza ni riqueza, no hay lucha de clases. Que, dicho sea de paso, basta ver las protestas incluso en el campo religioso para ver que el conflicto social está más que vivo.

Israel posee Embajadas y consulados hasta en los países más pequeños que uno pueda imaginar, allí tiene negocios e intereses que cuidar y potenciar. Mantener un estrecho vínculo con la clase política de cada país es una doble apuesta: al cuidado de sus intereses económicos y al cuidado del capital simbólico del holocausto con el que envuelven/justifican su constante crecimiento territorial, que incluye no solo a Palestina (Gaza y Cisjordania) sino también a las Granjas de Sheeba en Líbano y a los Altos del Golán en Siria. Capital simbólico en donde también invierte la religión, la etnia, una serie de relatos épicos, un encadenamiento de anacronismos, forzadas explicaciones con las cuales de a poco fueron vistiendo al Estado de Israel como un Estado Judío. Él Estado Judío.

Pero además, en esta doble apuesta de lobby y relato, el régimen israelí mantiene Centros Culturales, Sociales, Colegios, medios de comunicación, y un largo etcétera. Desde donde difunde los intereses de su nación, siempre amenazados, siempre amenazantes. Desde donde también se construye esta idea de la única democracia (occidental) existente y necesaria en el medio de un criollismo bárbaro árabe.

Cada nueva ofensiva israelí viene acompañada de alguna tirada del Semanario Hebreo en las que se afirma que los sionistas tenían la genuina voluntad de aceptar la “partición” de Palestina y la solución de “2 Estados” que proponía la Comisión Peel. Pero como los palestinos no la aceptaban, a ellos no les quedó otra opción que la Independencia.

El sionismo “aceptó” la propuesta de la “partición”, como tantas otras, a sabiendas de que los palestinos jamás aceptarían. Se cansó de decirlo Ben Gurión: “Siempre podían confiar en que el rechazo obsesivo de los árabes les sacara las castañas del fuego”. Pero además los judíos estaban divididos, las organizaciones Hashomer Hatzair, Hakibbutz Hamehaud, Mizrahi, Jabotinski …tampoco aceptaban la “partición”. Ni que hablar Brit Shalom, o su derivado en la década de 1940, Ilhud, quienes siempre bregaron por la coexistencia pacífica entre árabes y judíos, que se lograría mediante la renuncia al objetivo sionista de crear -justamente- un Estado judío.

Darle vuelta la honda

Si el pequeño David, con solo 5 piedras y sin protección, pudo derribar al enorme filisteo Goliat con casco, grebas y jabalina de bronce…podremos también nosotros derrumbar al último apartheid en pie, contrarrestando el cerco mediático con movilización popular mundial. Que es lo que ha estado sucediendo a partir de que el número de palestinos muertos, sobre todo el de niños y mujeres, fue aumentando conforme pasaban los días y el bombardeo indiscriminado no cedía.

Uruguay no fue la excepción y, bajo una intensa lluvia, logró convocar a más de 200 personas en la puerta de la Embajada de Israel el pasado viernes 10 de noviembre. Quienes denunciaron la puesta en práctica de un genocidio sobre el pueblo palestino, denunciando también la complicidad del gobierno uruguayo y llamando al boicot económico contra Israel.

Son tiempos bravos, de medias verdades, de imposiciones unilaterales. Parecería que poco y nada se puede hacer frente a tamaños poderes con tamañas necesidades de conquistar todos los espacios y no solo el territorial. Pero si las versiones oficiales llegan hasta nuestro pequeño país, si el lobby israelí logra que actores políticos del gobierno y de la oposición todavía sigan hablando de Hamás y nada digan de la limpieza étnica o el bombardeo de hospitales, si se persiguen a músicos activistas de la talla de Roger Waters…es porque esta forma de poder, por más grande y arrolladora, precisa además nuestro visto bueno, nuestro entendimiento, nuestro permiso.

No lo van a tener, ni cambiando los acontecimientos ni reescribiendo la historia.

(*) Carlos Pereira das Neves es escritor, columnista y co-Director de Mate Amargo. Coordinador del Colectivo Histórico “Las Chirusas” y miembro del Capítulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (RedH)

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