Los clubes de barrio y su unión (*)

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Por Sebastián Fernández Chifflet(**)

Cuando hablamos de clubes de barrio, es importante definir desde qué lugar se habla, porque no es igual hacerlo en relación a un club social y deportivo de una zona periférica de un pueblo, de un club deportivo del litoral, o de una organización deportiva privada que brinde servicios de fitnessen una zona costera y altamente poblada de una Capital. También es importante referirse a si lo define una persona de más de 80 años de edad o una de menos de 30, ya que dependiendo de las vivencias de las trayectorias, y de los momentos del país, la percepción y definición seguro será distinta. Al igual que lo son los enfoques de una Empresa privada que comercializa bienes y servicios de consumo deportivosa los de una organización social y deportiva con identidad, participación y gobernanza democrática, con un desarrollo de red comunitaria.

Los clubes de barrio han sido una base fundamental del deporte en Uruguay, a lo largo de un particular proceso histórico, el movimiento clubista, con sus comunidades, organización de voluntariado, estructuras directivas, infraestructuras, ente otros elementos, forjaron en buena medida el inicio, desarrollo e identidad, de la mayoría de las instituciones sociales y deportivas de nuestro medio. Se recomienda para ampliar este concepto el trabajo de la profesora Matilde Reich y del profesor Carlos Arias, denominado El club deportivo y el deporte nacional”.

Los clubes deportivos tienen su inicio en nuestro país en el Siglo XIX, pero es a lo largo del siglo XX que fueron creciendo de la mano de diferentes comunidades, multiplicándose por los territorios. Desde ellos generaron comunidad, experiencia participativa, incidencia política, trabajo, identidades y memoria. Además de deportistas que representaron y representan a sus barrios, clubes, deportes y al Uruguay.

Durante la segunda mitad de ese mismo siglo se fueron generando cambios en la cultura del país, en la economía y sus impactos negativos en la estructura social, que llegaron hasta las células locales de ese movimiento, los clubes de barrio. Muchos de fundieron, algunos se fusionaron, se enajenaron sus bienes o se embarcaron en diferentes estrategias de resistencia, todo esto ante una ausencia de una política pública que atendiera los diversos impactos de las transformaciones que se fueron dando.

La comunidad y su socialización fueron sustituidas por los servicios y el consumo, la cultura y las identidades fueron licuadas por el mercado y el marketing, con todos sus efectos alienantes y profundizadores de desigualdades.

Hoy, casi llegando al primer cuarto del Siglo XXI, los cubes de barrio, las asociaciones locales y centros sociales y deportivos, continúan luchando por seguir produciendo espacios de encuentro barrial, ámbitos en los que se discuten y construyen políticas locales (como los presupuestos participativos por ejemplo), o buscando ser también el lugar donde se encuentra una conversación amigable, un plato de comida de una Olla Popular, o esa información clave de dónde tramitar algún tema de relevancia para una comunidad barrial en concreto. Existe en esa lucha otro elemento en común: su capacidad de reinventarse, resistir y sobrevivir, enfrentando una dura realidad y llevando como pueden los embates de la economía nacional y su impacto en lo local. Todo esto al mismo tiempo que las políticas públicas específicas de turno carecen de una estrategia nacional con y para esas instituciones.

Es por esto que soñamos con reimpulsar a los clubes de barrio, rescatando su rol y legado histórico, pero sobre todo logrando entablar una verdadera RED que les reúna en una nueva estructura organizativa que tenga por objetivo: fortalecer su crecimiento institucional. Una organización que los integre por ejemplo en regiones o municipios, por departamentos, que logre una representación nacional capaz de restituirlos en actores claves para la construcción de ciudadanía y la construcción colectiva desde los barrios, tanto en lo local como en lo nacional. Una estructura capaz de reconocer las necesidades y particularidades, para impulsar un nuevo proceso de participación social en la estrategia de desarrollo social, recreativo, deportivo y cultural local, de los barrios y las comunidades.

Sin dudas, la película del director argentino Juan José Campanela Luna de Avellaneda” (2004) reúna una gran cantidad de conceptos y emociones, que pueden ilustrar e inspirar mejor al impulso de una RED nacional de Clubes de barrio. Esa película inspiró al movimiento nacional argentino de esos clubes, constituido hoy en un actor de incidencia que ha permitido mejorar la vida local éstos y su incidencia a nivel en beneficio de amplias comunidades del hermano país.

(*) Tomado de Revista Poder Popular de la organización Somos Barrios  (OCTUBRE 2023, NUMERO II)

(**) Sebastián Fernández es Lic. en Educación Física

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