Por Gabriela Cultelli (*)
La idea de este artículo surge de un encuentro mantenido con compañeras hondureñas, y varias ideas discutidas en La Comité Frenteamplista.
Para hablar de esta categoría reciente, “Feminismos partidarios”, tendríamos primero que intentar una breve definición. ¿Cómo lo definiríamos? En primer lugar, como el feminismo que surge o que impulsamos desde los movimientos y partidos de la izquierda latinoamericana. Porque sería una contradicción indisoluble hablar de feminismo y derecha, de feminismo y reproducción del sistema capitalista, patriarcal, violento.
De lo expuesto se desprende que, el feminismo dentro de los partidos y movimientos de la izquierda latinoamericana, se gesta con su historia. Se gesta con la historia de las luchas de los pueblos por su liberación, por sus derechos.
Tocaría otra pregunta: ¿Solo somos feministas las que nos reconocemos como tal? Si entendemos al feminismo como esa necesidad de cambio estructural, esa lucha por la igualdad y superación de todas las opresiones, entonces, en cada lucha libertaria vamos a encontrar semilla de feminismo, tengamos o no conciencia de ello, pero, sobre todo, pongámonos el nombre que nos pongamos.
Si nos han invisibilizado por siglos, es difícil tener, así como así, conciencia de nosotras mismas. Tal vez somos feministas, y aún múltiples razones no nos permiten auto referenciarnos. Desde el feminismo popular (o comunitario), ese que se construye desde y con las más humildes, esto es de fácil comprensión.
Pero de hecho al feminismo partidario, lo entendemos como el impulsado desde las compañeras a la interna de nuestras organizaciones, siendo parte, a su vez, del movimiento feminista social en general, conformándose una mixtura, en este caso sí, difícil de disolver.
El patriarcado es un sistema tiene sus simientes mucho antes que el capitalismo, y nace con la propiedad privada. Pero allí también nació su opuesto, el feminismo.
El feminismo es un concepto histórico, social y dinámico, que se levanta independientemente de la conciencia que de él mismo se tenga. La historia de la explotación es también la historia del patriarcado y de la lucha de clases, luchas que de una u otra manera, involucraron a las mujeres y sus problemáticas sociales, colectivas y particulares.
Así se forjaron también y modernamente, las distintas Olas. Eran las luchas específicas por derechos concretos. Así pasó en el mundo mucho antes, en épocas de la esclavitud cuando se adueñaron hasta de nuestros cuerpos. Así pasó en épocas de rebeliones anti feudales y las cacerías de brujas, en definitiva, rebeldes y luchadoras por un futuro mejor, quemadas en la hoguera. Y quemadas fueron las más de 100 obreras de una textil en chicago y tras huelga por sus derechos laborales en 1908.
El 8M es un ejemplo de esta unidad entre feminismos sociales y partidarios, pues es declarado en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, Alemania, liderada por Clara Zetkin. Otro ejemplo es el 25 de noviembre, día internacional contra la violencia basada en género, al conmemorarse el asesinato de las hermanas Mirabal, revolucionarias que luchaban contra el régimen de Trujillo en República Dominicana.
En América Latina, desde nuestras luchas de independencia hasta hoy, se contemplan enigmáticos nombres, y la representación en ellos de ideas libertarias, que a pesar de todo quedaron en nuestra historia y que hoy se vuelven a rescatar. Entre ellas Micaela Bastida, Juana Azurduy, Mariana Grajales, Manuela Saez, Melchora Cuenca entre otras tantas.
América Latina fue precursora de estas luchas. Conviene mencionar a la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, allá por mediados del siglo XVII. Atravesamos los tiempos modernos no solo con destacadas ponentes y teóricas como Isabel Largía, si no con movimientos efervescentes y novedosos, revolucionarios y diversos como el feminismo popular o comunitario, parte de él identificado hoy como clasista, pero que, en todos los casos, nace desde el pie.
Destacar, en torno a la historia del pensamiento feminista, que fue Isabel Largía (Argentina) y su esposo, un economista norteamericano, que hicieron uno de los aportes más destacados del siglo XX a la ciencia económica y también al marxismo. Son ellos que en la Cuba revolucionaria de 1969 escribieron la obra “Hacia una ciencia por la liberación de la mujer”, publicada por primera vez por Casa de las Américas, para ya en los años 70, tener varias ediciones en el mundo, a pesar de que hoy no se los reconozca. Se trata del desarrollo de la teoría sobre el trabajo invisibilizado, ese que no tiene valor en el mercado, a pesar que se les asigne a otras autoras europeas.
En Uruguay venimos dando guerra al sistema colonial desde antes de conformarnos como nación. Desde la población originaria que defendía sus tierras, desde la epopeya artiguista. María Aviará (China María), primera mujer lancera, caída en la carga de Bicudo en Paysandú en 1811, otras como Soledad Cruz tan brava que, para hombre, la leyenda le asignó un lobisón porque fue difícil encontrar alguno que le alcanzara en bravura, o Victoria, La Payadora, que en el sitio de Montevideo, se acercaba a cantar cielitos desafiantes a los enemigos. El propio Barran plantea que la mujer gozaba de otra libertad en la pradera, propia de las culturas originarias. Destaca la existencia de dos códigos en la Banda Oriental del siglo XIX: los códigos opresivos de la ciudad y la libertad del campo. “Promover la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable”, fue la manera en que se expresó en las Instrucciones del año 13.
Atravesamos el siglo con luchas gremiales específicas, como las de las obreras textiles, o de las Sociedades de Resistencia de lavanderas, planchadoras, fosforeras y cigarreras de 1901, o con la creación en 1910 de la asociación femenina de oficios varios. En 1946 conmemoramos por vez primera el día internacional de la mujer Trabajadora, cuando se hiciera cargo la Unión femenina del Uruguay y compañeras con afiliación al PCU.
De hecho, la lucha de las mujeres uruguayas, como en el resto del continente, se dio más en el plano de las luchas de los trabajadores y el pueblo en torno a derechos económicos y sociales, por la liberación nacional, junto a nuestros compañeros.
Siempre en desigualdad de condiciones, siendo esa misma desigualdad entre compañeros y compañeras una contradicción interna en el seno del propio pueblo, manifiesta en sus propias luchas, y muy especialmente en las que concretamente se vincularon al feminismo, a la liberación de la mujer y dentro de ello, la equidad de género, con el nombre que quisieran auto referenciarse.
Mujeres tan reales como la doña Eva, recogida en las páginas de “Las mujeres, ¿dónde estaban?” de María Julia Alcoba, dirigente obrera del PS. La misma Violeta Setelich, o las muchachas de abril, tupamaras, o la joven Susana Pintos y tantas y tantas otras, que incluso hoy, pero sobre todo mañana, andarán por nuestras calles. Mujeres anónimas o públicas, pero fundamentalmente mujeres trabajadoras.
Sin duda en toda la patria grande cumplen, en estos años, un papel crucial los movimientos en defensa de los Derechos Humanos, las madres y familiares. El papel de estas mujeres en las luchas por los derechos humanos tomó un lugar preponderante, como defensoras de la vida.
Todos estos temas en la América Latina, vuelven al tapete masificados, vinculados sin dudas al avance de la izquierda, y de la izquierda en la primera y segunda ola progresista, desde una “revolución de los derechos”, y a pesar de todas las contradicciones del caso. Para que ello fuera posible no podemos dejar de nombrar a las organizaciones sociales que ayudaron a hacer visible el tema.
Es que la misma dialéctica de las diversas formas de luchas populares, trajo aparejado que se transformara y transverzalizara todo nuestro andar con temas de género, que se declararan abiertamente anti patriarcales muchas organizaciones de la izquierda latinoamericanas, y que la declaración de “feminista” fuese una concreción.
Los avances están a la vista, ahora sí que tiemblen los tiranos, América Latina será toda Feminista.
(*) Gabriela Cultelli, Licenciada en Economía Política (Universidad de La Habana), Mag. en Historia Económica (UdelaR), columnista y co- Directora de Mate Amargo. Coordinadora del Capitulo uruguayo de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH)