Mio es el reino

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Por Sergio Schvarz

La última publicación del músico, traductor, ensayista, periodista cultural, poeta y docente Martín Palacio Gamboa, “El diario de Lunacharski”, incursiona en el cuento breve, con registros al habla y el modo de ser del interior y el paisaje fronterizo, aunque la ciudad también es escenario de sus textos.

Antes había publicado, en poesía: “Lecciones de antropofagia” (2009), “Celebridad del fauno” (2014), “Psikodalia” (edición bilingüe, español-ladino, 2017) y “Los infraterrestres” (2021). En ensayo: “Los trazos de Pandora” (2010), “Tomar el suelo por asalto. La modernidad al acecho en cuatro poetas uruguayos” (2014) y “Las estrategias de lo refractario. Poética y práctica vanguardista en la obra de Clemente Padín” (2014).

Tiene una antología sobre el payador Carlos Molina (“El bardo de Tacuarí. Antología crítica de Carlos Molina”, 2016), una selección de poetas brasileños contemporáneos (“Bichos de siete cabezas”, 2013). También la música rige su destino: “Karmas de destrucción masiva” (2016) y “Manifiestos anarcofáunicos” (2019), con canciones antifascistas de raíz criolla.

Dirige con la poeta Sofía Luna la página digital Bitácora Dodó, de crítica literaria y musical e ainda mais, que está en pleno proceso de reconversión.

El territorio vacío

Debo confesar que desde el título me intrigó. De Lunacharski, dramaturgo, crítico literario y político comunista ucraniano de la época de la Revolución Rusa, sabía de su proceder al estilo soviético como comisario de instrucción pública, en el que cumplió un papel importante en la alfabetización de la ex URSS. Fue fundador del movimiento artístico proletario (Proletkult), pero es más conocido por su participación en el célebre juicio en un tribunal revolucionario, en 1918, contra Dios por sus crímenes contra la humanidad del que resulta culpado: la sentencia es cumplida de inmediato con cinco ráfagas de ametralladora que se dispararon contra el cielo de Moscú.

Claro, hay que leer todos los cuentos de Palacio Gamboa para encontrar que la referencia de Lunacharski viene a colación por lo que sucede después de la muerte de Dios. La ausencia de Dios es la ausencia del orden. Quedarán, revolcados en el caos de nuestro tiempo, como dice Gustavo Espinosa en una muy buena crítica(1), original, sujetos mutantes, sobrevivientes hastiados, fastidiados o, agrego, desasosegados. Para ello hará una enumeración caótica, dando la relación entre personajes y ambiente, a menudo extraños.

Palacio Gamboa resulta entonces un escritor extraterritorial en el sentido de alternar escenarios (más o menos campestres y levemente citadinos), con una suma de distopías futuristas (y casi apocalípticas) y ocasionales zombis o personas que no saben qué hacer con su tiempo. En realidad sus historias suceden en territorios demarcados aunque disímiles, y se impregnan de lo distintivo de ese territorio, sobre todo en su soledad.

La pandemia funge aquí como marco temporal: “Los servicios de comunicación también habían colapsado. Se volvió más factible mandar mensajes por chasques o vagabundos que por celular”. (p. 23) O “al ver las procesiones de los enfermos sin cura posible, con aquellas máscaras que recordaban a la de Darth Vader, con el sonido de la respiración propio de quien lo hace a través de un regulador de tanque, supo que había que irse”. La gente arma sus propios generadores eólicos en una convivencia entre la tecnología vieja y nueva, que es el punto medio de cuando lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir.

En esa realidad nueva “todos morían, nadie nacía” y entonces se dará, en el futuro, la lenta disolución de la población, base necesaria para la conformación de una nación-territorio y para la construcción de la felicidad.

Cómo preservarse de las jaurías binarias

Los finales no son cerrados, aunque sí sugeridos. Las frases son breves y usa, aunque no siempre, un tono impersonal: “Descolgar la ropa. Revisar cuál habría que acercar a la estufa. El frío es de hacer doler las  manos”. Hay un mecanismo de acción, revisión de lo actuado y el pensamiento sobre el acto. Hay una situación literaria que comprende el territorio, su posición y su posesión. Y a veces funcionan como postales por la profusión de imágenes, pero también tiende a la confusión y al doble sentido, simbólico y literal.

Los personajes suelen ser solitarios, introvertidos. Y hay un universo científico e incluso de ciencia ficción, en un mundo donde la tecnología y la astronomía juegan un papel relevante. Hay un “límite Greisen-Zatsepin-Kuzmin”, cuyo número está dado en 8 julios, información científica constatada y precisa.

La música está siempre presente y crea la atmósfera. Su repertorio va desde milongas, chamarras, cielitos, gatos y tangos a minués y xotes. Y hasta opiniones musicales: “El día que Drexler compuso una canción que estaba buena”.

Hay una queja sobre el mundo de hoy, donde “últimamente nadie habla de nada” por todos hablar de todo, sin tener una opinión fundada. Se instala la duda, el temor, el miedo, quizá la prevención para no emitir opinión, para preservarse de las jaurías binarias.

Hay una serie de climas y predomina el frío, tanto en la ciudad como en el campo o en las ciudades más pequeñas. Hay pocos nombres y algunos sobrenombres ocurrentes, palabras como “paranoiqueás” donde la paranoia viene del verbo paranoicar, “misántropa” o “báculo”.

No es casualidad que el Chuy se entrometa, junto a sus personajes y aromas. Es sentirse partícipe casi como un hijo adoptivo y hasta manifestarlo con orgullo, con honor.

“El malestar crecía como un pulpo sumergido en una usina de Chernobil”

En este particular diario, hay impresiones de viaje, de arribos, de estar en movimiento. Hay, también: aburrimiento y adviento. Hay extrañeza y poesía en prosa.

En “Declinación conjunta” la anécdota da pie para que cada personaje se muestre con su singularidad, aunque prime la visión de uno de ellos en calidad de narrador.

La huida es también la llegada a otro lugar. Y la certeza de un planteamiento brillante puede estar acompañada de algún feliz/infeliz suceso. Porque, parece que nadie es de una sola pieza.

El cuento “Mío es el reino” desde el título acapara la atención. Allí reina la relación de hermanos, el intercambio de roles, la delación y la traición de la sangre. En ese sentido la víctima, el delatado, lo “miró con el odio que le cabía”. Solo uno de los dos puede ser el mejor.

Algunos cuentos, cruzan una línea fronteriza, tanto en el Chuy-Chui como en Rivera-Santana do Livramento, como una frontera entre la realidad y la ficción. O mejor: entre la realidad y el sueño.

 

Notas

1.- “Muertes de Dios, de Moscú 1918 al Chuy del siglo XXI. Apostillas a El diario de Lunacharski”, de Gustavo Espinosa en www.revistaotraparte.com (2021)

(El diario de Lunacharski, de Martín Palacio Gamboa, Prueba de Galeras Editora, 2021, Argentina, 89 páginas)

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