Por Armando Toletole
No es para cualquiera subirse en esa especie de tabla de planchar y dejarse llevar por olas tan altas como el actual precio de los combustibles, evitando los revolcones que tal deporte depara, aunque el revolcón más grande haya sido haberle dejado la bruta mansión de la Paloma a Loli con vista al mar, contemplando las olas que Pompita surfea.
Se le notaba al hombre su capacidad deportiva cuando en una lejana campaña electoral demostraba su dote (ese que ahora no tiene con Lorena), haciendo nada menos que “la bandera” tomado de un poste de la calle.
El otro poste de Lacalle, fue el de Julita Pou que abrió el camino hacia una exitosa carrera política cediéndole su lugar en la cámara de diputados al joven Luis, que no hacía mucho tiempo atrás, decía a la prensa que no le interesaba la política pero si le interesaba lo blanco, fuera el partido, o en polvo.
Es que a pesar de los pesares, de los riesgos de una jugarreta oceánica que lo podría haber terminado estrellado, el hombre nació con estrella.
Con la suerte de su lado, a los pocos días de colocarse la banda presidencial para conducir la empresa (digo el país), una pandemia mundial le llegó en bandeja de plata para convertirse en la excusa perfecta para casi todos los saldos en rojo que la nueva gestión iba a realizar.
Cuando ajenos y propios le recordaban su enérgico discurso de campaña sobre el No aumento de las tarifas y los combustibles al grito de “se acabó”, empezó la guerra en Ucrania.
El otro deporte de riesgo practicado por el presidente ha sido la remoción de ministros vía twitter y casi siempre como corolario de un día feriado.
Riesgo porque uno nunca sabe cómo puede tomar la decisión el implicado enterándose por las redes además, en el medio de una jornada de fervor patriótico.
De todos los ministros cesados, Bartol hubiera merecido poder llegar al día hábil para que el presidente se lo dijera en la cara, pero el hábil es hábil.
Seguramente primó la sensata idea de cesarlo antes que en la Torre Ejecutiva a Bartol se le ocurriera poner al gobierno a hacer yoga.
Evitar la furia del otro ministro, don José María, aquél de ganadería que podría haber rodeado la casa presidencial de Suarez con un alambrado electrificado, como aquél que mato a un gurí en el interior.
Solo Luis Lacalle puede tener el coraje de hacerse “el quincho” propio, para que todo el mundo se entere y termine hablando del pelo del presidente, del quincho presidencial que contrarresta la fugaz fama, del quincho de Varela.
El otro deporte de riesgo fue meterse con los chinos; ya lo cantaba la Catalina: “Que no sea chino”, pero nuestro mandatario atleta haciendo gala de sus habilidades de los tiempos del futbol universitario, realizó varios driblens y gambetas para explicar porque negociar con China sin enrostrarle el estatus de dictadura comunista como tildaba a Cuba y Venezuela.
Para ello, empezó a practicar el salto en garrocha para poder pasar por encima de los socios del Mercosur.
El cierto que solo un deportista disciplinado es capaz de sostener que en materia de política internacional no hay nada mejor que “poner el huevo en cualquier lado”.
Pero el riesgo de los riesgos, la medalla olímpica de oro como premio al coraje, fue la designación de Luis Alberto Heber como ministro del interior.
Cuenta entre sus anécdotas el Presidente que una vez debió auxiliar a una transeúnte que caminaba por Carrasco y que al ver como un hombre la rapiñaba, lo siguió en su camioneta hasta darle alcance y pasarlo por arriba, en una suerte de arresto ciudadano.
Luis se dijo, “si yo pude con mi camioneta detener a un pichi, Heber puede suplantar a Larrañaga”. A ambos (la camioneta y Heber) les confía la misma capacidad.
Si el deporte cultiva el cuerpo, también fortalece el espíritu; no a cualquier persona pública le da el cuero para que algún programa de chimentos argentinos le invente un romance (causa de su divorcio), con Susana Giménez.
Por un momento imaginé a nuestro presidente vestido a lo Indiana Jones, conquistando el tesoro de las ruinas.
Para serles franco, no sé si me da más pavor pensar en Su Giménez como primera dama que Graciela Bianchi como vice presidenta, y llegado el caso, Presidenta.
Y no es que tenga nada contra las rubias, a diferencia de Luis que tiene mucho con y por ellas.
Pero el podio mayor, el número uno ocupado por nuestro Presidente, es sin dudas haber prometido los “cinco mejores años de tu vida”.
Nadie ha logrado fomentar con tanto éxito el estímulo a las caminatas y al uso de la bicicleta como Luis, con un método tan sencillo y efectivo como el aumento constante de los combustibles.
Pocos han logrado en tiempo récord que desorienta a los cronómetros, lograr enormes olashumanas asistiendo a las ollas populares ni haber alcanzado la noble meta de permitirnos,desocupación mediante, que tantos ciudadanos tengan tiempo libre.
Los criticones de siempre, jamás podrán entender que un hombre que se siente “uno” con el mar, con el océano, otorgue un cheque en blanco a 60 años de uso del puerto.
Un presidente ancho de pecho, un Charles Atlas del siglo 21, un surfista que navega en aguas bravas deslizándose a toda velocidad, mientras nosotros, incapaces de tales hazañas, lo contemplamos desde el fondo del mar.