El camino de la construcción democrática nacional. Un proceso en disputa

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@mateamargouy

Ernesto Agazzi

Cumplido un año del nuevo gobierno ejerciendo la conducción del País, es conveniente realizar una reflexión sobre los aspectos más generales que lo caracterizan. Por ello ésta nota no se refieren a informaciones o interpretaciones puntuales, sino a una mirada más global.

Hoy percibimos que el resultado de las últimas elecciones nacionales fue bastante más que un cambio de partidos en la conducción del Estado. Esto último es el fenómeno visible, pero por debajo de la superficie se están operando transformaciones profundas que modifican muchos de los componentes de nuestra Cultura Política, más que la estructura política en sí misma. ¿Cuáles son estos cambios?

El concepto de Cultura Política, es relativamente reciente en las ciencias políticas, pues se comenzó a utilizar a partir de los años 60 como herramienta analítica, con trabajos de cientistas sociales Norteamericanos(1), Estonios(2), Italianos (3),y Latinoamericanos(4), entre otros. Recién después de los 80 se aplicó a la realidad latinoamericana. En general se utilizó estudiando el desarrollo de la Democracia en los contextos de las naciones post-soviéticas, o en el período posterior a las dictaduras latinoamericanas. De todas formas, y valiéndonos de sus postulados, nos proporciona herramientas para analizar nuestra realidad.

La definición más general de Cultura Política refiere a un modelo de conocimientos, creencias y comportamientos en el proceso de toma de decisiones políticas de un País. Se acepta que los componentes más significativos de la Cultura Política son:

  • -Los valores, normas, creencias y tradiciones que componen la identidad nacional
  • -Los conceptos políticos, los nombres, y los símbolos de la política
  • -La conducta política de las personas, las actividades, la confianza y la cooperación entre los actores de la política
  • Los autores más conocidos que analizan la Cultura Política democrática, la definen por las siguientes características;
  • – Pluralismo político
  • -Tolerancia de ideas entre personas, incluyendo permitir que los conflictos de opiniones se expresen libremente -Participación de la mayoría de personas en las expresiones políticas
  • -Creer en la legitimidad de los partidos, los movimientos sociales, y las expresiones políticas de los mismos
  • -Tener reglas y costumbres aceptadas en las relaciones entre los actores de la política
  • -Tener confianza y lealtad entre los actores políticos

En nuestro País tenemos una estructura de instituciones y costumbres que se fueron construyendo a lo largo del proceso político nacional que en términos generales han sido respetados por todos los actores.

Las elecciones de 2019 fueron la confrontación de dos maneras distintas de entender la realidad nacional y sus necesidades. Se venía de 3 periodos de gobierno luego de una profunda crisis económica y social, en los que se lograron avances en la organización y fortalecimiento del Estado en todos los órdenes, con programas que ofrecían respuestas a las necesidades más imperiosas de las mayorías nacionales, que el pueblo uruguayo había valorado positivamente en cada instancia electoral, y que los organismos internacionales reconocen. A su vez había establecido lazos firmes entre el discurso político y la práctica iniciando un proceso de dar los primeros pasos hacia un desarrollo inclusivo, crear nuevas actividades, reorganizar todas las áreas de las funciones públicas, abrir espacios a la participación de las organizaciones de la sociedad, y fortalecer el Estado.

Todo ello con problemas estructurales graves de exclusión, con dificultades de empleos para los jóvenes, con buena parte de la población que no tiene un lugar para aportar, con el agravante de que si lo tiene no está capacitada para ello, con gran cantidad de indigentes y pobres. Esta situación de la población no es de rápida solución porque no se soluciona sacándole al que tiene para darle al que no tiene, sino que como todo problema social y cultural necesita mucho tiempo para transformarse.

Esta concepción confrontó en la campaña electoral con la visión de un Estado mínimo, pro mercado, sin promover la participación ciudadana, que privilegia a los sectores más ricos, y orientada a tener relaciones fundamentalmente con los Países capitalistas en los que están las casas matrices de las empresas transnacionales y con sus líderes.

En la propia campaña electoral y después de las elecciones del año 2019 en la que triunfó ajustadamente la coalición electoral anti F.A. hubo un proceso, más intenso inicialmente, pero que un año y medio después se sigue manifestando por parte de actores políticos a distinto nivel de la coalición de gobierno ganadora de las elecciones nacionales, que dio comienzo a una etapa diferente a los 15 años de gobierno frenteamplistas.

Se pregonó una especie de Uruguay “diferente”, asentado en nuevas prácticas, con ideas y valores distintos, con conceptos nuevos en muchos aspectos. No se trata solo de un cambio de gobierno con otro programa, sino que en cierto sentido es una recuperación, en las expresiones de quienes lo manifiestan, de un sentimiento de identidad nacional anterior y diferente a los gobiernos frentistas. Trasunta que se recuperó algo perdido.

Este proceso de cambio en la Cultura Política, encuentra similitudes con otros que se dan en la región latinoamericana en los que volvieron gobiernos de derecha después de gobiernos progresistas, que creo se puede definir en fases o aspectos que no necesariamente son secuencias temporales, e incluso muchas veces se dan al mismo tiempo, pero que se pueden identificar en su desarrollo.

Una primera fase, que suele denominarse mitológica, consiste en movilizaciones de mucha gente entusiasmada por una meta compartida. Se refiere a reuniones, actos, marchas, escritos, uso de redes de comunicación, con un componente sobre todo emocional. Se complementa con discursos fogosos que repiten “sloganes mágicos”. Si el Frente Amplio se va, se van a resolver todos los problemas, y después todo se solucionará. La voz de “Ahora es el momento” significaba el orgullo de su definición partidaria y el retorno a sus tradiciones, que en su sentir habían sido violentadas por los gobiernos del Frente. Esta etapa tuvo un soporte descarado de los medios de comunicación que responden a los intereses económicos dominantes.

Aquí el discurso político fue entre blanco y negro. Todo lo que venía del Frente Amplio era malo, indeseable, considerando que lo único bueno era lo que decían los partidos coaligados.

Las expresiones políticas consistían en visiones utópicas, de un futuro brillante, en el que todo el mundo estaría contento luego del triunfo electoral. Entre el pasado denostado y el futuro feliz, había un presente del que no se habló mucho, salvo del cambio necesario. Y ello porque no era conveniente referirse a la realidad cotidiana, dado que era evidente que el Uruguay había cambiado mucho en los años de gobiernos frentistas, y debía “escaparse” de la realidad para no aceptar los cambios positivos que había habido, repitiendo sloganes vacíos o planteando temas inasibles, como el déficit fiscal, la libertad de mercado, o la fiesta del gasto público.

Le sigue otra fase, que en general se define como ideológica, que comienza a expresarse con la asunción del nuevo gobierno. Empieza otra etapa, y aquí las emociones iniciales y sus sloganes van siendo cambiados por conceptos e ideas que caracterizan la ideología política. Libertad de mercado, país caro, defensa del malla oro, Estado eficiente, bajar el costo del Estado, paridad de importación, peligro de las corporaciones (refiriéndose a sindicatos) etc… Aquí la actividad política ya es llevada adelante más profesionalmente, y el discurso ideológico domina las expresiones conectadas más a los relatos macro del discurso neoliberal que a la realidad concreta del Uruguay y su gente.

Antes las expresiones colectivas eran de “la gente”, ahora son de “ciudadanos”, en las que cada uno no se siente responsable del nuevo orden de cosas. En ésta etapa comienza a emerger el predominio de dirigentes individuales que compiten y no de valores que se discuten. Comienza un lento proceso de fragmentación política. Los dirigentes van mucho más alla que la base social que los eligió, y en un proceso largo de tironeos se comienza a dar un alejamiento de los intereses de éstos últimos.

Una expresión clara de ésta etapa es una hipercentralización Presidencial en la gestión de gobierno. Consecuentemente la aprobación pública de la gestión presidencial es mayor que la de la coalición gobernante (que no se expresa como tal), que la del Parlamento o de los propios partidos políticos. Los políticos se entienden entre sí, tejen coincidencias fácilmente, pero les resulta más alejado el entendimiento con el pueblo, con el que practican una relación de arriba hacia abajo, y el ahora ciudadano queda alejado de la toma de decisiones. Ya no se le consulta, y tiene dificultades para hacer llegar sus opiniones.

Sus puntos de vista se miden en las encuestas de opinión, que son tomados como insumo para ordenar los temas en la agenda de los medios de comunicación y priorizarlos en la propaganda gubernamental, siempre presentada como la acción dominante del Presidente. En ésta etapa es importante el rol que juegan los aparatos formadores de opinión y las técnicas de manipulación de la opinión pública.

Estos cambios en la Cultura Política uruguaya constituyen una realidad nueva. La intolerancia política y la persecución en la función pública son una moneda corriente en todas las expresiones oficiales, a lo que se suman técnicas como la de invisibilización del oponente. No se le considera, y se manifiesta de muchas formas, pero no aceptar propuestas, o no aceptar comisiones investigadoras conjuntas, son demostraciones de desconfianza y de no practicar ni aceptar la cooperación política.

Un ejemplo claro de intolerancia es la forma en como se presentó la Ley de urgente consideración, utilizando disposiciones constitucionales establecidas para situaciones críticas, que dan preeminencia al Poder Ejecutivo en el trámite legislativo, para cometer el exabrupto de enviar una ley de urgencia de 457 artículos de todos los temas del Estado, sin permitir el debate democrático como fue absolutamente normal en las costumbres legislativas nacionales. Eso no se había hecho nunca antes, y no es posible en los países que no permiten leyes de aprobación tácita, como los Estados Unidos.

El menosprecio a la actividad científica, a la Universidad, a las actividades culturales en general constituyen otros terrenos en los que se manifiesta el mismo fenómeno.

Acaba de cumplirse el primer año del gobierno y hasta ahora hubieron cambios significativos en la Cultura de Gobierno de Uruguay, que están modificando reglas históricas de juego político nacional. Esto no es llevado adelante con la misma fuerza por todos los integrantes de la coalición gobernante, sino fundamentalmente por el Herrerismo, sector político que lleva la iniciativa en el gobierno actual. Los acontecimientos futuros, que no se pueden predecir, nos permitirán ver si la coalición electoral puede derivar en coalición política, superando la política como campo de expresiones personales, haciendo que su multiplicidad de opiniones derive en respuestas para los problemas que los múltiples intereses de la sociedad plantean todos los días. Es relativamente sencillo y seguro integrar agrupamientos desconformes, pero ello no significa una elección personal firme, ni implica asumir responsabilidad a futuro. La etapa del “nosotros” criticando a los gobiernos del Frente se expresó en las elecciones, pero algo distinto es sentir responsabilidad y compromiso por un nuevo planteo, sobre todo cuando los cambios económicos y sociales crean problemas para la vida de todos los días. Allí se verá si la existencia de un programa que todavía no existe se corresponderá mejor con el interés general que los discursos emitidos por una dirigencia política integrada en la fase mística propia del triunfo electoral. El futuro hablará.

Referencias:

  1. Almond G.,Verba S, The civic culture, Princeton, NJ, 1963

  2. Vihalemm P., Lauristin M., Tallo I., El desarrollo de la cultura política en Estonia, 2000

  3. Capoccia G., Ziblatt D., The Historical turn in democratization studies, 2010

  4. Rodríguez Franco A. ,Reflexiones sobre el concepto de cultura política y la investigación histórica de la democracia en A. Latina, 2017

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