Construyendo sueños donde ya no hay nada

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@mateamargouy

David Graña

Dedico esta columna al Dr. Tabaré Vázquez quién logró hacernos soñar con un país mejor y logró aunar el esfuerzo de cientos de miles de uruguayos que desde la fundación del Frente Amplio buscan construir sueños dónde ya no hay nada.

Corría el 31 de Agosto en la agitada Buenos Aires de 1939, y entre cachilas y señores y señoras de gabardinas marrones y tapados color beige dentro de un concurrido locutorio sucedía esta charla:

– Bueno Genia tengo que cortar, las llamadas desde acá son muy caras, cuidate mucho y manteneme al tanto de como van las cosas ¿si? Saludame especialmente a Lusha, dile que la extraño mucho.

– No te preocupes por nosotras, concéntrate en el torneo, estaremos bien, ya hemos pasado por cosas similares, no sé quién te extraña más: si nuestra niña o yo, cuidate, te amamos Mojsze.

Luego de pagar Mojsze Mendel Najdorf caminaba con las manos en los bolsillos de su sobretodo largo, hundido en pensamientos sobre las variantes que había estudiado para enfrentar en las octavas Olimpiadas de Ajedrez a los rivales del país que representaba: su amada Polonia.

El teléfono de la habitación 606 del céntrico  hotel Arapey donde se hospedaba lo despierta sonando con insistencia, Mojsze se endereza sobre el lado derecho de la cama para atender, el mensaje es claro y firme: “baje inmediatamente a recepción, tiene un telegrama urgente”.

Dos botones mal abrochados de su camisa blanca delataban la premura y la prisa que se había instalado en todo el ser de Mojsze.

El telegrama lo dejó congelado, detuvo todo el tiempo a su alrededor y lo hizo por primera vez desear no haber aprendido nunca a jugar el juego que amaba.

Ese fatídico texto decía: “Explotó la guerra punto Lusha y yo te amamos punto”.

Los diarios de Buenos aires con titulares enormes comunicaban alarmados el estallido de la segunda guerra mundial. Era el 1 de Septiembre de 1939, la Alemania de Hitler estaba invadiendo Polonia.

Comenzaba a nacer ahí, en ese vestíbulo de hotel la leyenda de don Miguel Najdorf, uno de los mejores jugadores de la historia del Río de la Plata, y padre del mejor ajedrez Argentino de todos los tiempos.

Nacido en el seno de una familia judía de Varsovia allá por 1910 Mojsze Mendel Najdorf aprendía a jugar al ajedrez a los 14 años alternando sus tardes entre los soldaditos de plomo y las piezas de madera con las que su padre y su amigo violinista jugaban de tanto en tanto.

En solo 6 años se convertiría en una promesa para el ajedrez polaco, y del mundo.

Su maestro, nada menos que Savielly Tartakower veía en él no solo a un brillante jugador sino a un enamorado eterno del juego que le enseñaba.

Por eso cuando su mundo se vino abajo, luchó jugada a jugada en la partida de su vida para volver a ver a sus seres queridos, que supo mucho tiempo después habrían muerto en Auschwitz y Treblinka.

La Cruz Roja lo ayudó a mantener correspondencia durante un tiempo con su familia, cartas nerviosas y llenas de lágrimas fueron y vinieron entre Polonia y Buenos Aires hasta que Eichmann puso en marcha la Solución Final.

El talento de Miguel se puso a disposición del amor desesperado que sentía por su familia. Así que en 1943, en la ciudad de  Rosario parecía que  había logrado superar la marca de Koltanowsky, cuando luego de unas agotadoras 17 horas de juego se había enfrentado a 40 rivales jugando a la ciega,  ganando 36partidas.

La ausencia de un veedor oficial de El Libro de Los Récords Guinness dió lugar a la protesta y pedido de anulación presentado por quien ostentaba la marca frente a la federación internacional de ajedrez (FIDE).

Miguel perdía de esta manera una de sus piezas mejor jugadas para enviar noticias de que él, del otro lado del planeta estaba vivo, los recordaba y esperaba a todos sus familiares judíos que estaban en Polonia, esa saeta encendida que cruzaba desde la hermosa Rosario hasta Polonia se apagaba en el medio de su vuelo.

Pero Don Miguel no se rendía, y esta vez en San Pablo, durante el caluroso enero de 1947 batió su récord personal jugando 45 partidas esta vez, con 83 jugadores que iban rotando a medida que se iban cansando, mientras del otro lado, de impecable traje claro, armado nada más que de su memoria y un micrófono con un parlante por donde iba escuchando las jugadas y respondiendolas, estaba él cabalgando a lomos de la esperanza.

Esta vez sí se pudo certificar, esta vez la noticia dio la vuelta al mundo, los diarios  de todos los países pusieron en  lo alto de sus titulares la hazaña de Mojsze Mendel Najdorf pero no hubo respuesta. Nadie, absolutamente nadie envió una sola carta informando a Miguel el paradero de ninguno de sus seres queridos.

Con las manos vacías, rehizo su vida en Buenos Aires, se volvió a enamorar dos veces y tuvo dos hijas argentinas: Mirta y Liliana, vendió seguros y siguió jugando al ajedrez que tanto amaba durante el resto de su vida al mismo tiempo que conservaba su carácter afable y bromista de siempre.

En la vida de Miguel Najdorf, haber sido 9 veces campeón Argentino o haber obtenido el título de Gran maestro Internacional o que haya vencido en su carrera figuras como las de  Spassky, Botvinnik o Tal, o que tuviese el récord de partidas jugadas a ciegas, o que la variante principal de la defensa siciliana lleve su nombre,  son meras anécdotas.

La mejor victoria de Don Miguel fue luchar contra el odio y el dolor, y salir victorioso.

Recordemos una de sus tantas victorias, en este caso sobre Paulsen con su variante de la defensa antes mencionada en esta partida de la Olimpiada de Buenos Aires de 1939

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