Juan Andrés Erosa
El pasado 14 de agosto las organizaciones estudiantiles se dieron cita en la explanada de la Universidad de la República. Gremios de secundaria, UTU y la FEUU convocaron a la tradicional marcha en memoria de los mártires estudiantiles asesinados y desaparecidos durante los años previos al golpe de Estado. La marcha, que va desde la UdelaR hasta la plaza del 1º de Mayo, fue acompañada por organizaciones populares de diversos roles: sindicatos, asociaciones, ollas populares y cooperativas caminaron juntas por las calles de Montevideo en defensa de la educación pública.
Sobre la tardecita, con la puesta de sol, por varias calles fueron llegando estudiantes, docentes, funcionarios, trabajadores y militantes de muchos orígenes. El clima se fue acomodando a medida que la gente llagaba y se hacía eco de los cánticos. No se percibía miedo, quizá cierta inquietud por ser el primer 14 de agosto, en mucho tiempo, con un gobierno de derecha. Esto más allá de las sensaciones personales, marcó una diferencia: con los gobiernos del Frente Amplio las reivindicaciones eran de mejoras y por aumento de presupuesto, en esta oportunidad las consignas fueron de resistencia y defensa de lo logrado.
Fuegos artificiales, bombos y redoblantes, megáfonos y voces que se iban cascando con el pasar de las cuadras, marcaron las consignas cantadas. La integración de versos salidos del último carnaval, viejas canciones con actualización de nombres y alguna innovación musical, fue la banda de sonido de una marcha alegre y con objetivos y adversarios claros. Los cánticos fueron dirigidos especialmente al gobierno y sus dirigentes de primera línea.
A medio camino, la marcha tiene un punto clave que es el pasaje por la puerta del Ministerio de Economía y Finanzas, un actor determinante en la distribución presupuestal. En los últimos años, los reclamos se dirigían a la necesidad de aumentar el presupuesto, este año el reclamo estuvo dirigido a no perder presupuesto, a que la educación no entre dentro de los plantes de recorte que el gobierno Multicolor prevé.
Las expresiones artísticas -previas, coexistentes y posteriores- fueron verdaderos protagonistas de la marcha. Las intervenciones teatrales al inicio y al final contaron con un marco de creativas pancartas y combativos pasacalles. En el final, un hecho sorprendió a propios y extraños: sobre un cantero podían verse militares con estudiantes encapuchados y arrodillados a sus pies. La dramatización generó diferencias entre quienes creyeron que eran efectivos del Ejército Nacional y consideraban el hecho como una provocación que se debía desestimar, y quienes se detuvieron y rodearon la escena para apreciarla. Con las horas fueron apareciendo, en las redes sociales, fotografías y videos que registraron las formas de lucha, las reivindicaciones y el tono de la política de esta época.
Por ser una marcha contra las medidas de un gobierno que prioriza el orden y el respeto a la autoridad por sobre todas las cosas, la duda era ¿cuál sería el vínculo con la policía? En este sentido, no se registró ningún incidente, transcurriendo todo con total normalidad y tranquilidad. Los mismos edificios vallados de los últimos años y la policía sólo custodiando como en el último tiempo. Por ese lado ningún cambio. Un hecho que se supo posteriormente, en las redes sociales, fue que una persona que marchaba sufrió un golpe en su cabeza causado por un objeto que fue arrojado desde un edificio según denunció “la comité” (comité funcional feminista del Frente Amplio).Por lo demás, los mismos incidentes de siempre, o al menos de este último tiempo: algún conductor de vivo o apurado que termina metido en la mitad de la marcha sin poder avanzar ni retroceder y algún delivery atravesando la marcha para servir a algún comensal ansioso.
Un hecho político no menor, relacionado a esta marcha, fueron los dichos del Presidente de la República, Luis Lacalle Pou: “Los ciudadanos de bien no están reclamando, están clamando por el orden” publica El Observador. Más allá de lo que significa que el Presidente diferencie entre “ciudadanos de bien” y, aparentemente, “ciudadanos de mal” esta señal preocupa en el contexto de creciente violencia social y política que se viene dando en las últimas semanas.
No fue una marcha atípica, tal vez un poco más grande que la de años anteriores, con cánticos adaptados a los nuevos nombres del gobierno y un relacionamiento con la policía normal. Pero sí tuvo particularidades políticas alentadoras. Fundamentalmente la puesta sobre la mesa de objetivos de lucha generales y reivindicaciones integrales, como la construcción de un sistema educativo diferente que no sea servil al mercado, la crítica a las pasteras y el modelo económico que representan, además de su intervención en la educación y la defensa de la educación pública como pilar de construcción de una sociedad más justa.
La izquierda uruguaya transita un tiempo difícil. Derrotas electorales, unidades dañadas y reclamos corporativos dificultan la acumulación política en la sociedad. Sin embargo en esta marcha aparecieron viejas lógicas discursivas y palabras integradoras que ayudan a cinchar todos parejos de la misma piola para evitar el avance del neoliberalismo conservador. Todavía hay juventud rebelde en la calle dispuesta a pelear por una sociedad mejor.
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