Nueva normalidad, viejos problemas. “Cuando la ley pesa más que chancho muerto”

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@mateamargouy

William Nicolás Martínez

CONDENADOS POR FAENA CLANDESTINA EN TALA:

Mediante información que se venía investigando sobre faena clandestina en la cuidad de Tala, personal de la Seccional de esa localidad logró detener a una mujer de 56 años y a un hombre de 66 años de edad incautando carne y tres lechones faenados. En momentos que personal antes nombrado realizaba un control vehicular en el kilómetro 89 de Ruta 7 observaron a una camioneta que circulaba por la mencionada ruta, procediendo a realizar un registro logrando percibir que dentro de la misma había mercadería de dudosa procedencia, tratándose de cartones de huevos, 3 lechones faenados, varios kilos de chorizos, pollos, corderos faenados y una balanza, los que serían comercializados en una feria en la ciudad de Minas. Conducidos a declarar ante el Juez Letrado de 2do Turno de Pando, fueron condenados a 6 y 3 meses de prisión respectivamente, en régimen de libertad vigilada a prueba, tipificándose un delito de abigeato en modalidad de faena clandestina para la mujer y un delito de abigeato en modalidad de comercialización para el hombre.” Anpi tv San Ramón 3/7/2020

Hace unos días me hago ECO de esta noticia, conociendo la dinámica rural canaria me sorprendió la resolución de la justicia e intenté conocer más del suceso, ¿se tratará tal vez de la nueva normalidad?, o de una vieja normalidad de la que la clase política intentó ignorar, mirar hacia el costado y decir aquí no pasa nada, éste es el país de la trazabilidad, del contralor de semovientes, de los frigoríficos habilitados para exportación y los tantos permisos tan bien redactados por los técnicos de las leyes y otras disciplinas.

La gente sabe por donde viene la troya y durante mucho tiempo una reivindicación de los productores organizados pasaba por acceder a salas de faena que lograran darle un respaldo, condiciones sanitarias y les mejorara el bolsillo, a lo que hace mas de un siglo se viene haciendo bajo un árbol a soga y cuchillo “la tan conocida faena clandestina” y que con muy poca suerte ha resuelto su futuro.

Por la ruta uno rumbo a colonia como decía “el Sabalero” descansa en paz, junto a una estación de facultad de veterinaria una sala de faena móvil, ya sin camión, que fue una buena idea de varios miles de dólares, carcomida por los intereses dominantes de siempre, haciendo un paralelismo con el problema, nos quedamos sin motor para dar soluciones.

Para el pequeño productor la crianza de un novillo, un cerdo gordo, lechones y corderos para las fiestas son el aguinaldo del cual no goza, el pago del seguro de algún vehículo, es el depósito para el alquiler de los hijos que están estudiando en la ciudad y otras tantas cosas, en sí es el financiamiento que no encuentra en el sistema bancario usurero , burocrático ¡sacándole el interés! Y en cómodas cuotas por llamarle así.

La producción familiar con sus características y su vulnerabilidad a cuesta, surca los mares turbulentos del sistema capitalista, sufriendo los latigazos de la agroindustria concentradora, de un puñado de frigoríficos en manos extranjeras y del mercado no regulado, dónde la sobrevivencia se da por las múltiples estrategias que llevan adelante, algunas asociativas, otras buscando nichos de mercado, pero tantas otras reñidas o al filo del gran libro sagrado de las leyes, ordenanzas, decretos, habilitaciones, interpretaciones y etc, a las cuales se somete quien quiere vivir dignamente de su trabajo produciendo alimento y algunas veces con poca suerte o no dando con el precio justo, termina como fugitivo, clandestino, o como en este caso procesado por la justicia.

Una impronta y herencia de país agroexportador reconocido mundialmente, la evolución institucional, la tecnocracia adjunta y otros tantos chirimbolos, nos centra en el valor de mantener ese preciado “mercado de excelencia”, el cual es necesario, pero no puede ser quién marque el ritmo del desarrollo, la institucionalidad, los apoyos técnicos, la investigación y otra tantas cosas que giran en ese entorno agropecuario exportador.

En este sistema es más digno un capitalista importador de carne congelada que descongela, fracciona y vende sin etiquetar como fresco en las carnicerías y grandes superficies, que alguien que lo produce desde su predio.

Es y ha sido más importante cuidar el estatus sanitario, de los grandes frigoríficos en territorio nacional pero de dueño extranjero, o de empresa trasnacional, cosa que es en parte razonable. Lo que no es correcto es que con este argumento han batallado cada proceso organizativo, cada idea o proyecto que toque en un ápice los intereses de los históricos dueños del sartén.

Un país cada vez más circense, cargado de hipocresía, donde genera más alarma pública una bolsa de chorizos caseros y un trozo de lechón asado, que miles de personas comiendo en ollas populares o ciento de personas viviendo en la calle revisando un contenedor de basura para alimentarse.

Un país donde el que roba una gallina es condenado y tratado como reo, pero los narco sojeros, los abusadores vip, los torturadores, y otros tantos jodidos que tenemos en la vuelta pasan casi silenciosos por la justicia, acompañados de abogados y de nombre solo las iniciales.

Cuando las estrategias de sobrevivencia en el medio rural, en el entorno de un pueblo chico, donde la gente sabe que es su única salida laboral, cuando las situaciones familiares son complejas, cuando esas personas son expuestas como delincuentes, es cuando hay que reflexionar de que se terminó el recreo, que hace tiempo se le terminó el recreo pero a los que menos posibilidades tienen, a los que quedaron en manos del mercado, a los cruderos que reparten miles de litros de leche todos los días, a los que venden sus quesos artesanales, a los que hacen chacinados caseros, a los matarifes, a los cazadores, a los hacheros de montes, a los pescadores artesanales, a los ladrilleros, a los feriantes y otras tantas formas de ganarse la vida en esas tareas reñidas con la ley y sobadas por la pobreza, que aunque folclórica y pintoresca, sigue oculta de la doble moral política e institucional y el pueblo las sigue utilizando aunque naide diga mu.

Siempre es más fácil reprimir, cortar por el eslabón más débil, aplicar la ley a raja tabla, o invisibilizar y silenciar, antes que reconocer un problema complejo y casi estructural que arrastramos desde hace décadas, quizás es hora de buscar soluciones y tocar los intereses que hay que tocar, aunque la perrada se desespere y el guascazo llegue atrás.

Con esto no intento ser cómplice de los que están de vivos, que hacen un negocio de la evasión, de poner en riesgo la salud de la gente, de redes de abigeato, de grandes industrias clandestinas, siento el deber de reconocer el problema y de caminar a solucionarlo sin caer en castigar ferozmente al más débil.

Estas situaciones son las que nos interpelan, las que nos hacen cuestionar el país del formulario, el expediente, el permiso, la declaración jurada, el timbre profesional, y el funcionario con el sello detrás de la ventanilla, sin dudas es necesario una serie de acuerdos para la convivencia, pero es muy injusto que una productora mujer termine procesada por pobre, por necesidad, por ausencia de apoyos que dignifiquen y aseguren que las familias puedan vivir sosteniblemente en el medio rural. Con estos fracasos, se pierde cultura rural, manos trabajadoras y sobre todo una visión de un país más justo..

yo me pregunto ¿quién será el próximo? ¿cuántos son? y los que gritaban a los cuatro vientos !yo defiendo al que trabaja, al esfuerzo nacional¡ ¿dónde están cuando sale a flote las consecuencias de un sistema injusto ?

 

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