Silvia Méndez Massironi
Así decía uno de los carteles a la puerta de la intendencia de Montevideo, que portaba uno de los trabajadores de la feria de Tristán Narvaja. Tienen que optar entre el virus o el hambre.
Igual estamos nosotros.
Pertenezco al colectivo de las ferias de Villa Biarritz y Parque Rodó y como ellos, hemos sido siempre muy criticados. Primero por informales; después de años de lucha llegamos al monotributo, que pensábamos nos iba a permitir salir del estigma de parásito social.
Sin embargo, aún la mayoría de las autoridades sigue diciendo que somos informales. Ese es nuestro talón de Aquiles, no lograr que las autoridades (departamentales y gobierno central) nos traten como trabajadores, no lograr nunca tener una red de contención. De ello dan fe los muchísimos compañeros que han quedado en el camino en esta nueva era cibernética y de grandes superficies.
Esta pandemia nos ha dejado más vulnerables y desprotegido que nunca. Solo contamos con AFFE ( Asociación de Feriantes de Ferias Especiales, nombre con que nos denominó la IMM). Desde la aparición de la cuarentena, estamos en asamblea permanente por WhatsApp, y allí, luego de largas discusiones decidimos acatar las directivas de la IM.
Pero esto tiene un costo enorme para nosotros. Vivimos al día, en el mejor de los casos hemos juntado algo para contingencias, pero son ahorros magros como para pasar un fin de semana o dos sin trabajar. La mayoría no cuenta ni con ese recurso, vende-compra- vende-vuelve a comprar, por lo que esta situación se vuelve desesperante: no solo porque no reciben dinero para comer, sino porque saben que a la salida de esto estarán fundidos, sin un peso para comprar nada y comenzar nuevamente el ciclo. Y también hay otros, que ya venían muy mal, vendiendo muy poquito, sin encontrar la forma de lograrlo a pesar de «reciclarse», que van a acumulando deudas; muchos de ellos con más gastos por tener hijos chicos, que ahora no solo no tienen para comer sino que están a punto de quedarse sin servicios, acumulando deudas.
Nuestra asociación, pequeña y con escasos recursos también, priorizó la necesidad de los compañeros y ha repartido canastas de alimentos, no solo a los feriantes más necesitados, sino a otros colectivos que nos acompañan como los muchachos que nos ayudan a cargar y los que arman las carpas, todos ellos también dependientes de la feria.
Las medidas paliativas actuales no son suficientes. Cambiar la fecha de vencimiento de los permisos municipales o el BPS de los meses en que no trabajamos, no es auxilio, es postergar deudas. Amparar a los mayores de 65 años con seguro de enfermedad, equivale a 2500 pesos mensuales; dar canastas a quien llame al Mides es lento, llega tarde. El 72.2% de los infectados están entre los 25 y 64 años, como nosotros. Nos queremos quedar en casa pero NO podremos si no logramos tener ayuda.
Por eso solicitamos la renta de cuarentena junto al PIT-CNT y al resto de las organizaciones sociales, porque pensamos que de esto se sale juntos o no se sale.
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