Soledad López
Carlos Pereira Das Neves
Lucía Sigales
“el salitre amenaza con cubrir toda la planicie amenaza con rodear la casa y dejarnos envueltos en la nada en hacernos nadie el salitre viene rapando la superficie de tierra que habíamos cultivado los que hoy son ancianos y las que hoy son ancianas cuando eramos unos niños hambrientos la viene rapando y la dejó yerma moribunda nada puede sacarse de esta tierra que no sea la maldita gana de volar al cielo o de hacerse llamarada y calcinar la sal con su crueldad con su quemadura con su jabalina de hambre abriéndonos el vientre”
Lourdes Peruchena
El pasado 20 de octubre se celebraron las elecciones generales en Bolivia. Con una participación cercana al 90% de los habilitados, el candidato Evo Morales Ayma logró recoger el 47,08% de las adhesiones frente al 36,51% del segundo mejor votado en la contienda y así resultar electo presidente por cuarta vez consecutiva y en primera vuelta (1).
Es cuando se escuchó una voz gritar “fraude”, la misma voz, la misma palabra con la que se pretende bautizar el descontento ante cada victoria electoral del campo popular, desatando una serie de protestas violentas y un motín cívico-policial-militar que devino en Golpe de Estado.
Un Golpe de Estado bastante atípico, ya que el Presidente electo decidió renunciar y convocar a nuevas elecciones para evitar el derramamiento de sangre. Pero Golpe de Estado al fin -y al principio-, ningún evento o decisión iba a cambiar un plan pensado desde hace un buen tiempo y que es tan solo otro capítulo del libro “Atlanta” que los Estados Unidos empezaron a escribir con los Golpes de Estado de 2002 en Venezuela, 2009 en Honduras, 2012 en Paraguay, 2016 en Brasil y los intentos fallidos de 2008 en Bolivia, 2010 en Ecuador, y los sucesivos intentos en Venezuela desde el 2013 a la fecha.
La historia vuelve a repetirse, como tragedia, como farsa y nuevamente como tragedia. La historia no ha parado de repetirse.
Los Hechos
El sistema electoral boliviano se compone de dos instancias de conteo de votos, el rápido y el oficial:
El conteo rápido de votos, o Transmisión de Resultados Preliminares – TREP, es un sistema que ha sido implementado por Bolivia y varios países Latinoamericanos (inclusive Uruguay) y se realiza -básicamente- utilizando una aplicación informática.
El conteo oficial es más completo y preciso por lo que tarda más en arrojar los resultados, teniendo en cuenta los factores geográficos que determinan la lejanía de los medios rurales. Vale decir, lugares en donde la aceptación de Evo Morales supera el 70%.
El conteo rápido comunicado la misma noche del escrutinio dio como resultado una diferencia de 7,87% de ventaja de Evo sobre su opositor Carlos Mesa. Pero el 25 de octubre, y ya con los votos de las zonas rurales que son las zonas en donde Evo Morales mantiene índices de altísima aceptación, los resultados oficiales del conteo ampliaban la diferencia a 10,5 puntos porcentuales.
La oposición, que ya había festejado su victoria por los resultados preliminares (mejor dicho, había festejado tener la oportunidad de una segunda vuelta) convoca a protestar, toman las calles dando inicio a una escalada de violencia. La OEA, convocada por el propio gobierno Boliviano, sin tener argumentos válidos manifiesta que “es difícil de explicar” este último resultado y adelanta en varios días la presentación de su informe en el que formula (pero sin justificar) la existencia de indicios de fraude.
Las protestas sufren un cambio de rumbo, los simpatizantes de Carlos Mesa son sustituidos por encapuchados al mando de Luis Camacho (2): evangelistas neopentecostales, extremistas del catolicismo, croatas-bolivianos filo nazis. Militantes del Movimiento Al Socialismo (MAS) empiezan a ser violentados, sus casas quemadas; líderes indígenas y campesinos perseguidos; mujeres indígenas golpeadas con palos y clavos, cortándoles las trenzas y obligadas a arrodillarse; familiares de Ministros, Alcaldes y Diputados son tomados como rehenes para obligarlos a tomar partido en contra de Evo Morales. La policía no solo no interviene para ponerle un freno a la violencia fascista sino que se acuartela y se suma al pedido de renuncia del Presidente.
De nada sirve el inmediato llamado a nuevas elecciones por parte del Presidente, el peligro sobre un inminente derramamiento de sangre lo lleva a renunciar y buscar refugio para evitar el linchamiento. El Ejército se suma al Golpe de Estado de manera oficial, la realidad indica que ya era parte del mismo porque tampoco había acudido al llamado de intervención.
Con el beneplácito de las fuerzas castrenses, que ya habían decretado el Estado de Emergencia para frenar las concentraciones de grandes contingentes populares organizados para la defensa del Estado de Derecho y contrarrestar el Golpe de Estado, la Senadora Jeanine Áñez asume la Presidencia de Bolivia sin cumplir con los requisitos y/o las formalidades que la Constitución Boliviana exigen.
El porqué de los hechos
La desjerarquización imperialista de la vida comunitaria y la negación de la construcción cotidiana de lo político, tienen como fin la elitización del quehacer político y su institucionalización: esto no es más que la concentración y centralización del poder. Estas acciones van en detrimento de la construcción de un poder popular, de una política territorializada, del arraigo cultural, de la transmisión popular de la historia, y de las experiencias transformadoras, por lo tanto: de la emancipación.
Cuando hablamos de un proceso de emancipación, hablamos de un proceso que prioriza lo humano por sobre lo material, la cercanía con un otro históricamente distanciado por una cultura jerarquizadora de los sujetos. No solo bajo la lógica de oprimidos/opresores sino por esa distancia cultural que existe entre los propios oprimidos, que no es más que la interiorización de aquellos postulados éticos del capital que nos separan con el fin de dominarnos. Rita Segato (3) enuncia la existencia de dos proyectos históricos: ” Un proyecto histórico de las cosas, y un proyecto histórico de los vínculos”.
En América Latina, el espacio de la construcción de una cultura asentada en lo vincular es notoriamente adverso. La producción y reproducción de una cultura basada en los valores del mercado, no es más que la cosificación de la vida toda. El ser humano podría medirse por la riqueza con la que nace, y produce, como por la riqueza con la que no nace y que al producirla se la apropian. Este proyecto de las cosas, es el que prioriza en la subjetividad popular la propiedad por sobre el cuidado de la vida (salud, educación, vivienda social, etc), por sobre el bien común y la propiedad común (cómo puede ser una empresa pública, un hospital, una escuela, etc), porque en definitiva el proyecto histórico de las cosas desarrolla dispositivos culturales de consumo individual que intentan socavar todo posible desarrollo de la empatía y de la solidaridad.
Segato desarrolla el concepto de la “Pedagogía de la crueldad”, que son “todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas”.
La explotación racial, de clase, de sexo, y de género, son funcionales a este modelo. Por la explotación material de los cuerpos, del trabajo, pero también por la explotación subjetiva. La construcción del diferente a través de la cosificación, no es más que el no reconocimiento de lo vivo en el cuerpo de les explotades, por ende no es ni puede ser un sujeto de derecho: porque las cosas no son sujetos de derecho.
El reconocimiento del ejercicio diferenciado del poder, por las razones de dominación que antes mencionamos, implica reconocer las injusticias que residen en el seno del pueblo. Existen dos grandes formas de hacer justicia en este sentido: una estatal a través de la garantía de derechos, y una no estatal.
Desde lo gubernamental, Bolivia ha desarrollado dispositivos estatales, desde la nacionalización y estatización de empresas (vivienda, salud, educación) hasta el reconocimiento de un estado plurinacional, entre tantas otras cosas. Un proceso que ha apuntado a disminuir las injusticias, aceptando la distancia cultural, reconociendo derechos y sujetos, fortaleciendo lo vincular a través de lo estatal, es decir: reconociendo lo diferente a través de un proceso humanizante.
Bolivia ha visibilizado a les históricamente invisibilizades y explotades, a les postergades, ha reconocido los lazos comunitarios con la solidaridad como bandera, construyó en el pueblo indígena y las mujeres el reconocimiento social, comunitario e individual de elles como sujetos y no como objetos. En 13 años de gobierno de Evo Morales, Bolivia ha reducido la pobreza del 38% al 15%, ha nacionalizado más de 20 empresas estratégicas en el área de hidrocarburos, energía, infraestructura y telecomunicaciones. Y lo interesante de este proceso de nacionalización es que no ha sido mediante la expropiación, sino comprando, mediante procesos de negociación exitosos y con una inversión de más de 828 millones de dólares. Esta política sumada a la creación de otras empresas estatales como Boliviana de Aviación, ha supuesto que el Estado gestione alrededor del 40% del PBI del país. Pero lo que los oligarcas cruceños y los nazis mafiosos croatas no pueden soportar es que ese crecimiento económico se reparta entre las mayorías menos privilegiadas, que ese crecimiento se traduzca en acceso a educación, salud, y en un proceso cultural de recuperación de pluri-identidades bajo la dignificación indígena que no tiene precedentes en 500 años de historia boliviana.
Sin embargo, en el espacio de lo no estatal, la construcción subjetiva de la justicia, producida y reproducida por los grandes dispositivos culturales del capital, han puesto fuerte énfasis en la cultura del mercado, distanciando a los sujetos mediante el odio y la violencia. Violencias basadas en principios éticos conservadores, oligárquicos, misóginos, xenófobos, racistas y colonialistas. Violencias que han estallado y pretenden propagarse a partir de la apropiación del aparato estatal, violencias que han sido cultivadas y cosechadas por la derecha fascista, por las iglesias conservadoras, por los grandes capitales transnacionales y sus socios nacionales, y -por supuesto- por los EEUU.
Volver a empezar
Como en El mito del eterno retorno de Mircea Eliade (4), la imitación de un evento mítico es en efecto el propio evento mítico que está ocurriendo nuevamente. Y es que las razones detrás de estos nuevos eventos, las fuerzas detrás de su planificación y hasta las coordinaciones internacionales/nacionales detrás de estas acciones, son las mismas.
Intelectual y culturalmente nos bombardearon con el supuestos de que las viejas ideas habían quedado obsoletas, que la lucha de clases había caducado, que en nuestras sociedades no habían más diferencias que la suerte de haber nacido en una familia con la materialidad resuelta o no y el esfuerzo que individualmente le imprimieramos a ese evento fortuito. Pavada de dogmatismo con el que combatieron nuestras “dogmáticas” razones. Sumado a que los propios avances que los distintos gobiernos progresistas (junto a las grandes masas) fueron alcanzando, actuaron como un somnífero mientras las ideas conservadoras plantaban resistencia, explotando las contradicciones que el propio sistema generaba en nuestras filas, trastocándonos hasta nuestra propia noción del tiempo.
Pensamos que nos querían hacer volver a los 90’ y de repente nos encontramos nuevamente en los 60’: militares de casi todo el continente, en estrecha coordinación con el imperialismo que otra vez -y tras sufrir una nueva derrota en su ofensiva en Medio Oriente- pone toda su atención en los países de América del Sur; políticos de estratos sociales altos, la mayoría anti-nacionales con sus dineros en paraísos fiscales y deseosos de recurrir a préstamos del FMI para seguir acrecentando sus riquezas; fascistas religiosos con su necesidad de castrar todo lo que no entre en sus esquemas medievales; y un gran contingente de alienados, lúmpenes, dispuestos a creerse nuevamente el cuento del derrame, entregando su futuro por una respuesta autoritaria a un odio que les es ajeno.
Pero nada está dicho, el levantamiento de los pueblos originarios en Bolivia y la resistencia obrero-estudiantil chilena, nos enseñan -en este mismo momento- que el enemigo no es tan fuerte y que “el pueblo unido jamás será vencido”
NOTAS
(1) Las normas electorales bolivianas establecen que será Presidente el candidato que alcance el 50% de los votos válidos o —habiendo superado el 40%— tenga una diferencia de 10% o más sobre el segundo.
(2) Luis “Macho” Camacho: abogado y empresario; forma parte de los Caballeros de Oriente, una de las dos grandes logias influyentes de Santa Cruz; Vice Presidente de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) de 2002 a 2004, organización que la Federación Internacional de Derechos Humanos ha catalogado como grupo paramilitar; él y su familia forman parte del Grupo Empresarial de Inversiones Nacional VIDA S.A., vinculado a los seguros, el gas y los servicios; su nombre aparece en los Panamá Papers relacionado con la creación de 3 sociedades que se dedican al lavado de dinero y evasión de impuestos (Medis Overseas Corp., Navi International Holding, Positive Real State); Presidente del Comité pro Santa Cruz, una organización que nuclea diferentes entidades vecinales, zonales, empresariales, de trabajadores de una de las zonas más ricas de Bolivia, que produce el 70% de los alimentos del país y tiene un enorme potencial energético e hidrocarburífero que, tras la nacionalización de Morales en 2016, está en manos del Estado; este cruceño tiene lazos políticos con los croatas-bolivianos Branko Marinkovic y Eduardo Rózsa Flores quienes organizan y financian una banda armada que en su momento pretendieron la independencia de los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija
(3) Rita Segato. Contrapedagogías de la crueldad (2018)
(4) Mircea Eliade. El mito del eterno retorno. Arquetipos y repetición (1945)