¿Un feminismo para la Organización Popular?

0

Lucía Gulisano  – María Soledad López

Escribir sobre feminismo nunca es tarea sencilla, y es que el feminismo nos interpela, hace visible lo naturalizado, pone sobre la mesa aquello que esta escondido en un rincón, cuestiona privilegios y hace crítica a clásicos supuestos teóricos y políticos. Dice la feminista Nuria Varela, “El feminismo es un impertinente (…). Es muy fácil hacer la prueba. Basta con mencionarlo. Se dice feminismo y cuál palabra mágica, inmediatamente, nuestros interlocutores tuercen el gesto, muestran desagrado, se ponen a la defensiva o, directamente, comienzan la refriega. ¿Por qué? porque el feminismo cuestiona el orden establecido. Y el orden establecido esta muy bien establecido para quienes lo establecieron, es decir, para quienes se benefician de él” (1).

Y es que en tiempos de discursos políticamente correctos, surge la necesidad de detenernos por un momento, aminorar  el paso y darnos el tiempo necesario para la reflexión con los y las otras. Porque pensar en qué feminismo queremos y qué lugar debe ocupar en nuestra militancia cotidiana es una posición ética y política, y es una tarea que debemos asumir en colectivo.

Del sujeto político universal “mujer” hacia feminismos Pos-coloniales / contra-hegemónicos / subalternos

Si bien parecería que el feminismo es algo nuevo, la lucha de las mujeres tiene ya una larga historia, que ha logrado acumulación en organización popular, como un amplio desarrollo en producción teórica y epistemológica. Y es que el feminismo nace de la práctica que se transformó en teoría, de la rabia que se convirtió en lucha, de vivencias de muchas mujeres que comenzaron a cuestionar su lugar de subordinación en la sociedad, su falta de derechos y su reclusión al ámbito doméstico.

Si quisiéramos identificar un punto de partida en la historia del feminismo, seguramente nos retrotraeríamos a la Europa de la Ilustración con sus dos textos fundacionales (2): el de la francesa Olimpia de Gougues y su “Declaración sobre los derechos de la Mujer y la Ciudadana” (1791) y el de la inglesa Mary Wollstonecraft y su “Vindicación de los derechos de la mujer” (1792). Ambos textos nacen cómo crítica a la Revolución Francesa y como exigencia a la abolición de los privilegios del sexo masculino, de la misma forma que se estaba haciendo con los privilegios de los nobles con respecto al pueblo. Las mujeres, que habían sido activas protagonistas del proceso revolucionario, tuvieron que ver cómo sus compañeros no encontraban contradicción alguna en pregonar la igualdad universal y al mismo tiempo dejar sin derechos civiles y políticos a las mujeres. Los revolucionarios que hablaban de la universalidad, no podían asimilar mujeres libres e iguales. Por primera vez en la historia las mujeres llamaban privilegio al poder que ejercen los hombres sobre las mujeres, de-construyendo su carácter de natural y de poder divino, para pensarlo como una construcción social (3).

La ilustración vio nacer la lucha feminista, y las resistencias machistas intentaron darle muerte; como nos dice Nuria Varela: “Ellas, las que defendieron que esos derechos incluían a todos los seres humanos – también a las humanas -, terminaron en la guillotina mientras que ellos siguieron pensando que el nuevo orden establecido significaba que las libertades y los derechos sólo correspondían a los varones» (4). Ese fue el destino de Olimpia de Gouges quien fuera guillotinada en noviembre de 1793. En ese mismo año se ordena que se disuelvan los clubes políticos femeninos, las mujeres no podían juntarse en grupos en las calle, se les prohíbe asistir a las asambleas políticas, muchas mujeres son encarceladas, mandadas al exilio o ejecutadas (sobre todo las que ejercían actividad política).

Las mujeres de la Ilustración construyen los cimientos sobre los que se desarrollará el feminismo del siglo XIX. Los siglos posteriores estuvieron marcados por lo que se conoce como las tres olas del feminismo. Siglo XIX y principios del siglo XX: Primera Ola, ligada al liberalismo, la participación de las mujeres en los movimientos antiesclavistas y el voto de la mujer como motor principal de lucha. Surge el feminismo liberal, marxista, socialista y radical. La segunda ola, Siglo XX a partir de la posguerra encontramos los planteos de Simone de Beauvoir “El Segundo Sexo” (1949), y los escritos de Kate Millet “Política Sexual” (1970), lo personal es político, época marcada principalmente por el feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia. La tercera ola, década de los años ´90, surgen los estudios de las masculinidades y un fuerte cuestionamiento a las dicotomías hombre – mujer, se desarrollan los estudios queer y Cyborg. Entre las autoras más destacas se encuentra Elizabeth Badinter (1993), Luce Irigaray (1978), Judith Butler (2006) y Donna Haraway (1991), entre otras.

Sin duda alguna hay un amplio y rico desarrollo teórico, pero las teorizaciones del feminismo liberal han partido de la base de un sujeto político universal de mujer, y sobre éste se ha articulado toda la praxis feminista.

Para que el feminismo sea una herramienta de liberación debe ser capaz de deconstruir epistemes que están descontextualizadas de nuestras realidades latinoamericanas. Hablar de una mujer universal es continuar reproduciendo un pensamiento colonizado, sin historia, es negar nuestras identidades y reproducir discursos que nos deslegitiman.

Podríamos afirmar que ya no podemos hablar de un feminismo, sino de Feminismos en plural, porque diversas son las mujeres y sus realidades políticas, sociales, económicas y culturales, y porque diversas son sus luchas y concepciones de vida, su vínculo con la naturaleza, el territorio, las comunidades, etc.   

Creemos que nuestra apuesta hoy es acercarnos a esos otros colectivos de mujeres que hace tiempo vienen sistematizando sus experiencias, los feminismos comunitarios, post-coloniales, contra hegemónicos, populares, ecofeministas, también llamados “periféricos”, que realizan una fuerte crítica al feminismo liberal y “sus presupuestos blancos, eurocéntricos, burgueses, heterosexuales, por desatender al resto de las mujeres” (5).

Son muchas las experiencias de colectivos en América Latina y la región que han sabido construir modelos alternativos al neoliberalismo, donde en muchos los sujetos promotores del cambio han sido mujeres, como son las luchas de las mujeres zapatistas, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mujeres piqueteras en Argentina, etc.

Nuestro desafío es pensar los diferentes ejes de opresión que atraviesan a una persona, pero pensarlos en contexto, “comprender la especificidad de la experiencia del sexismo como producto de la intersección dinámica entre sexo/género/clase/raza en contextos de dominación históricamente construidos” (6). No se trata de jerarquizar opresiones, ni de la suma de unas categorías con otras, sino de la imposibilidad de pensarlas como categorías aisladas, las mujeres no viven la experiencia de ser mujer separada de su orientación sexual, su raza, su lugar de origen, sino que experimentan las diferentes categorías en una única vivencia.

Un marxismo más feminista y un feminismo más marxista

Marx y Engels afirman en el Manifiesto Comunista; “la historia de toda sociedad hasta nuestros días, no ha sido sino la historia de las luchas de clases” (7). Nosotras decimos que “la historia de la humanidad es la historia de la luchas de clases y de la opresión machista”. Cabe destacar que para ellos la primera división de trabajo, fue la mal llamada, “división natural del trabajo”, trajo consigo la distribución desigual del trabajo y su producto. Quien se apropiaba del mismo es el hombre y quien realizaba el trabajo esclavo es la mujer y sus hijos, aquí surge la primer forma de propiedad privada “el patriarcado”. Si bien, el desarrollo de la humanidad ha superado diferentes etapas económicas, hay una “división natural del trabajo”, que se sigue perpetuando en el ámbito de lo privado (la explotación del hombre sobre la mujer) aunque con importantes modificaciones, gracias a la superación de la conciencia de la mujer, y sus luchas colectivas a través de las luchas feministas.

La división natural del trabajo no es más que la división sexual del trabajo, la misma construye determinadas forma de conciencia, y con ella prácticas, valores, formas de relacionamientos, que se trasladan al ámbito público. Es decir, las relaciones sociales de producción están impregnadas de las lógicas patriarcales que tienen origen en lo privado. Lo público ha logrado modificar lo privado, por la propia dinámica de lo social, pero ha logrado por sobre todas las cosas, modificarlo en las sociedades modernas por el vínculo que tienen los integrantes de las familias con el ámbito público (la escolarización cada vez en edades más tempranas, la incorporación de la mujer al mercado laboral, etc). El capital, y las necesidades sociales que surgen, transforman lo público y lo privado, que a lo largo de la modernidad han ido modificándose en diferentes etapas marcadas por la construcción de una conciencia feminista y sus luchas.

Sin embargo, la reproducción de la estructura patriarcal en el ámbito de lo público no es más que seguir reproduciendo la mal llamada “división natural del trabajo”. Tenemos la obligación de desmitificar este término, no existe tal cosa, el ser humano es un ser social, y el trabajo es actividad social. Es producto de una historia, de una construcción. Es importante cuestionar: ¿por qué las tareas que se realizaban en el ámbito de lo privado por parte de las mujeres, se siguen realizando mayoritariamente por mujeres en el ámbito de lo público? Cómo es el caso de la educación de los niños, el cuidado de los ancianos, la organización de secretaría, las tareas domésticas, etc. Ahora cuando incorporamos el elemento de clase, esto nos arroja como resultado que, las mujeres que se encargan entonces de la educación, de las tareas domésticas y de cuidados de toda la sociedad, son las mujeres trabajadoras. Si bien este trabajo parecería ser poco significativo, por su poca exigencia científica, sigue siendo fundamental e imprescindible para la producción y reproducción de nuestra sociedad. Sobre la mujer recae entonces la reproducción biológica, pero también la reproducción social (al menos la vinculada a la socialización primaria y secundaria), es decir: la producción de la fuerza de trabajo (8).

Las tareas realizadas en el ámbito doméstico dijimos que han sufrido una creciente mercantilización; esto poco a poco ha ido generando experiencia y de la mano con esto, la conciencia de que el trabajo en el hogar tiene un valor y que es distribuido en forma desigual, tanto el trabajo como el producto del mismo. Quien se apropia de este trabajo es el hombre, y en última instancia el capital.

La división sexual del trabajo entendemos se apoya en dos grandes ramas: la doméstica y la humana. El trabajo humano o social está vinculado a profesiones como psicólogas, maestras, enfermeras, educadoras, trabajadoras sociales, etc., que tiene poco reconocimiento social. Un elemento central es que el sistema capitalista y patriarcal reproduce ciertas formas de conocimiento y lo jerarquiza. Así lo hace con el saber tecnológico y científico, que lo coloca por sobre lo humano (social, manual, popular, etc.). No es coincidencia, es consecuencia: el sistema patriarcal también genera estructura en el sistema capitalista. El patriarcado es un aliado estratégico para el capitalismo, es un sistema de opresión material y simbólica que reproduce estereotipos de raza, género y sexo. El capitalismo utiliza las relaciones desiguales que el patriarcado genera y legitima, las agrava y reproduce (9).

¿Pero qué pasa con la mujer migrante y no blanca? La condenamos a la exclusión, al trabajo precario, a las relaciones de subordinación con lógicas y valores de una sociedad patriarcal. El componente racial es un componente transversal, porque el capitalismo y el patriarcado reproducen lógicas y alianzas para la construcción de una forma de colonización invisible, que feminiza la pobreza.   Recordemos que la raza ha sido desde los tiempos coloniales en América Latina una forma de categorización de la población mundial construida por los hombres blancos, que coloca a los colonizados de un lado y a los colonizadores de otro (10).

La ideología sexista del patriarcado se manifiesta no solo en la relación hombre-mujer, sino que también reproduce elementos simbólicos, psicológicos y estereotipados, funcionales a la heterosexualización de las relaciones humanas y sexuales, que segregan y excluyen a quien no se ajuste a estas normas sexuales. La ideología sexista del patriarcado construye roles, estereotipos, formas de opresión, que son luego utilizadas por las lógicas capitalistas para segregar a quien no se ajuste a estas normas. El feminismo cuestiona esto, por eso se habla de “feminismos” y de “mujeres”. Poner en cuestión la construcción de la mujer en la sociedad, también implica poner en cuestión la construcción del hombre, dado que se tiende a construir uno en antítesis al otro. Debería admitir la multiculturalidad, elementos raciales, de espacio y tiempo, geopolíticos, estructurales e históricos.

El patriarcado genera alianzas de poder, entre quienes cumplen con las normas y condiciones sociales de género/raza/sexo, y el capitalismo como fiel aliado, utiliza estas alianzas en beneficio del capital, que tiene como objetivo la concentración y centralización del capital en privilegio de unos pocos. El feminismo es para nosotras cuestionar el capitalismo y sus formas salvajes de opresión, es cuestionar los privilegios de una clase por sobre la otra, del hombre blanco, heterosexual, y biológicamente masculino. Es cuestionar las relaciones sociales de producción, el poder, la vida cotidiana, lo público; pero también lo privado. Es una forma de ver el mundo y una herramienta de liberación.

La militancia hoy

Entendemos que la organización popular en pos de la liberación nacional y el socialismo es imposible sin una práctica militante basada en los valores ideológicos básicos. Sabemos que nuestra militancia no escapa de las lógicas patriarcales, negarlo para nosotras es un error metódico y analítico. El sistema capitalista y patriarcal produce y reproduce valores hegemónicos funcionales a sus fines, que implica la “internalización de la opresión”. Esto se expresa cuando nosotros y nosotras mismas nos convencemos y reproducimos los valores del orden dominante, que nos disminuye y explota. Para combatir esto es necesario desideologizar el sentido común, nuestras prácticas cotidianas. Como nos dice Paulo Freire, para transformar lo personal y lo social debemos pasar por un proceso de concientización, que implica articular “(…) la dimensión psicológica de la conciencia personal con su dimensión personal y política, y pone de manifiesto la dialéctica histórica entre el saber y el hacer, el crecimiento individual y la organización comunitaria, la liberación personal y la transformación social” (11).

Entendemos que hay un género privilegiado frente a otro vulnerado: la mujer. No asumir esto, para nosotras es un tema de valores, implica que nuestros compañeros de lucha, de vida, se asuman con privilegios. ¿Reproducimos la lógica patriarcal a la hora de distribuir las tareas? ¿En nuestras familias? ¿En la división del trabajo doméstico? ¿A la hora de elegir a un/una compañero/a en un ámbito de dirección? Hay una tendiente negación a las respuestas de estas preguntas, que termina perjudicando a la práctica y no reflexionando sobre el tema.

Identificar el patriarcado en nuestra militancia cotidiana es un paso importante. ¿Cómo pensamos las maternidades y paternidades hoy? ¿Cómo se dan las relaciones entre compañeros que comparten un mismo ámbito, pero que el hombre tiene una tarea de mayor responsabilidad respecto a la mujer? ¿Qué pasa con la mujer dirigente? ¿Y qué pasa con la mujer dirigente cuando es madre? ¿Qué lugar ocupa la familia dentro de la organización y la lucha?

Para este artículo elegimos como imagen gráfica la obra “El cuarto estado” de Giuseppe Pellizza da Volpedo del año 1901, que refleja a los trabajadores reclamando sus derechos. Sin embargo, hay un elemento que ha escapado en la mayoría de los análisis: una mujer con un niño en brazos, con una postura reclamante. Esto nos llama a preguntarnos, ¿qué es lo que reclama esta mujer? Puede ser un reflejo de la separación de la lucha proletaria y el ámbito privado de la familia, que ha sido históricamente un espacio de responsabilidad de la mujer. Tal vez en esa época, si el hombre hubiese tenido una responsabilidad en el ámbito privado, se hubiera cuestionado qué pasa con ese espacio cuando él iba a la lucha.

¿Podremos aceptar el desafío de pensar al militante desde una perspectiva global y los diferentes ejes de opresión que lo atraviesan? Pensar en una organización popular es pensar en la organización de los más vulnerados; pensar en una organización popular para la liberación es pensar en una organización emancipadora. La liberación de los más vulnerados por el sistema capitalista y patriarcal es imposible si no identificamos qué y quienes nos oprimen. “La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del espíritu en general, reclaman otro modo de libertad que puede calificarse de libertad interior. Esa libertad de espíritu consiste en pensar con independencia sobre las limitaciones y prejuicios autoritarios y sociales frente a la rutina anti filosófica y el hábito endurecedor del ambiente” (12).

El feminismo como herramienta para la liberación popular debe ser considerado por las organizaciones políticas que pretendan la liberación del pueblo. ¿Podremos construir un feminismo popular, que ponga sobre la mesa las relaciones de poder invisibilizadas en la práctica militante? La participación plena de todos los compañeros/as como elemento central es una utopía posible, más cerca estaremos de ella, si somos capaces de construir un pensamiento y una práctica colectiva que interpele el status quo, sobre todo si es el de uno mismo.
“La libertad es el derecho de decir a la gente aquello que no quiere oír” —George Orwell 1984”.

Notas

  1. Varela Nuria, pág. 13
  2. Si bien sabemos de la existencia de textos anteriores que planteaban la especificidad de la situación de la mujer, dos ejemplos claros son; por un lado la obra de Christine de Pizan, La Ciudad de las Damas de 1405, donde defiende la imagen del cuerpo femenino como algo positivo (revolucionario para la época) y defiende el derecho del acceso de las mujeres al conocimiento. Y por otro la obra de Poulain de la Barre, La igualdad de los sexos de 1671, que partiendo de la razón cartesiana, afirma que ésta no tiene sexo. Pero es a partir de la ilustración que se identifica el privilegio de los hombres, así como la subordinación de las mujeres y el origen de la misma.
  3. Varela Nuria, idem.
  4. Varela Nuria, idem. pág.14
  5. Trujillo Barbadillo Gracia, Del sujeto Político la Mujer a la Agencia de las (otras) mujeres: el impacto de la crítica queer en el feminismo del Estado español, pág.162
  6. Davis Angela, 2004 – 2005
  7. Marx Carlos y Engels Federico, La ideología Alemana, pág. 25
  8. Hartman Heidi, pág. 6.
  9. Pavón Mayoral Estela, pág. 104.
  10. Quijano Anibal, pág. 202.
  11. Martin-Baró Ignacio, pág. 284 – 285.
  12. Einstein Albert, pág. 26 – 27.
Referencias Bibliográficas

Davis Angela, Mujeres, Raza y Clase. Ediciones Akal S.A., Madrid, España, 2004 – 2005.

Einstein Albert, Dios no juega a los dados. Agebe, Buenos Aires, Argentina, 2012.

Ernesto “Che” Guevara, El hombre nuevo. https://www.marxists.org/espanol/guevara/65-socyh.htm

Federicci Silvia, Calibán y La bruja: Mujeres, Cuerpo y Acumulación Originaria. Tinta Limón,3era Edición, Bs As, Argentina, 2016.

Foladori Guillermo y Melazzi Gustavo, La economía de la sociedad capitalista y sus crisis recurrentes. Extensión Libros, Montevideo, Uruguay, 2012.

Freire Paulo, Cartas a quien pretende enseñar. Cuarta carta. Siglo veitiuno, Buenos Aires, Argentina, 2010.

Hartman Heidi, Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre el marxismo y el feminismo. Recuperado en: https://www.fcampalans.cat/archivos/papers/88.pdf

Lesa Sergio, El proceso de producción y reproducción social: trabajo y sociabilidad. Recuperado en: https://eva.universidad.edu.uy/pluginfile.php/404547/mod_resource/content/1/Clase%201%20-%20B%C3%A1sica%202%20-%20Lessa.pdf

Martin-Baró Ignacio, Psicología de la Liberación, 1998.

Marx Carlos y Engels Federico, La ideología Alemana. Recuperado en: https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/la-ideologia-alemana1.pdf

Marx Carlos y Engels Federico, Manifiesto comunista. Cap. I Burgueses y proletarios. Recuperado en: https://sociologia1unpsjb.files.wordpress.com/2008/03/marx-manifiesto-comunista.pdf

Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, Documento No. 2. Segunda Convención Nacional. Enero 1968. CEME, Archivo Chile. Recuperado en: https://www.archivochile.com/America_latina/JCR/MLN_T/tupa_de/tupade0002.pdf

Pavón Mayoral Estela, Feminismo, género e inmigración. Recuperado en: https://publicaciones.unirioja.es/catalogo/online/igualdad_y_genero_3/pdf/4691814.pdf

Quijano Anibal, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Recuperado en: https://www.decolonialtranslation.com/espanol/quijano-colonialidad-del-poder.pdf

Trujillo Barbadillo Gracia, Del sujeto Político la Mujer a la Agencia de las (otras) mujeres: el impacto de la crítica queer en el feminismo del Estado español. Recuperado en: https://www.hartza.com/graciaqueer.pdf

Trujillo Barbadillo Gracia, Identidades, estratégias, resistencias. Recuperado en: https://www.feministas.org/IMG/pdf/Gracia_Trujillo.pdf

Varela Nuria, Feminismo para Principiantes, Ediciones B, S.A., Barcelona, España, 2013.

Comments are closed.