Por: Héctor Tajam
¿Cuál es el principal problema en la realidad económica nacional?
La importancia de la respuesta radica en que si es errónea, entonces la política económica definida para resolverlo puede convertirse en el principal problema. La gran mayoría de los economistas discuten si lo más importante a resolver es el déficit fiscal o la inflación.
El déficit fiscal responde hoy fundamentalmente a dos cuestiones, por un lado un sobre-costo energético que no es traspasado a tarifas y por otro el costo fiscal de las políticas monetarias del BCU (Banco Central del Uruguay), entiéndase la tasa de interés de referencia más alta de la región, que obliga a un endeudamiento adicional para retirar del mercado la liquidez (los pesos) que compró los dólares para mantener el tipo de cambio a 19 pesos. Por tanto, si bien es un déficit alto (cerca del 3% del PBI) en el entorno de la última década, es un déficit manejable porque no responde a situaciones que se proyecten en el mediano plazo1No podemos olvidar la importancia del déficit de la Caja Militar, 250 millones de dolares, que año tras año impone un límite al presupuesto. Tampoco el gasto en intereses por las colocaciones de las AFAP en papeles públicos, que prácticamente no invierten en proyectos productivos.. Ahora bien, si consideramos que el déficit es “el” problema, entonces surgen las políticas de ajuste fiscal, de recorte de gastos cuya primera manifestación es el enfriamiento de la economía y la pérdida de empleos. Y luego sí tendremos un problema fiscal con la pérdida de recaudación de un menor nivel de actividad económica y un mayor gasto en subsidios de desempleo. La solución se transformaría en el principal problema.
No es esta la visión de la dirección económica de nuestro gobierno, que entiende que el gasto social y de inversiones estatales es intocable porque es el que construye las fortalezas para los problemas futuros, pero además porque los problemas que aquejan hoy a las arcas estatales son modificables en el corto plazo.
La inflación, que coyunturalmente se ha ha acelerado, ha promediado un 7% anual en lo que va desde el año 2004, y es un reflejo principalmente de la internalización del aumento de los precios internacionales del petróleo y de los alimentos y a problemas de oferta nacional en el caso de frutas, hortalizas y legumbres (en este caso han contribuido mucho los factores climáticos) y de viviendas. En efecto, en los 12 meses que corren desde enero 2012, estos factores han explicado más del 60 por ciento del aumento del IPC (Indice de Precios al Consumidor). En el caso de la vivienda, su variación responde fundamentalmente al precio de los alquileres y al costo de la energía eléctrica.
Debemos considerar que la percepción de un problema inflacionario nace justamente del primer instrumento que el BCU considera para mantener una inflación baja: la pauta inflacionaria que fija como meta anual (hoy entre 4 y 6%). Considera que las expectativas de productores, financistas y consumidores se alinearán a dichos parámetros, y su reflejo sería una inflación real muy cercana a la pauta.
Pero se fija una pauta demasiado baja para el momento del ciclo económico que atravesamos (desaceleración), por tanto el desalineamiento de la inflación real (hoy cercana al 9% anual) es considerable, y obliga al BCU a actuar con mayor “energía”. Esa es la génesis de la tasa de interés de referencia más alta de la región.
Como considera que la principal causa de dicho desalineamiento es un consumo desproporcionado al crecimiento económico, actúa con la principal herramienta que tiene a su disposición, la tasa de interés. Y la aumenta precisamente para estimular el ahorro y desestimular el consumo. Pero sucede que la tasa de interés es el precio del dinero, en este caso de la moneda nacional, por tanto nuestro peso se encarece frente a las restantes monedas, especialmente el dólar.
En Uruguay el dólar pierde valor no solamente por la crisis en que se encuentra EE.UU., también por la política antiinflacionaria que ha elegido. Y eso tiene consecuencias en los precios de exportación, menos competitivos porque se encarecen en dólares, y en el de los productos importados que compiten mejor con la producción nacional en base a un dólar más barato. El BCU intenta mantener el precio del dólar endeudándose en pesos, pero a una tasa de interés tan alta que su pago se transforma en uno de los problemas fiscales más importantes.
Por fuera del BCU ronda la idea de detener la recuperación salarial (inflación de costos), pero poco tienen que ver aquellos determinantes del aumento del IPC con los salarios. El mantenimiento de la pauta del BCU tan baja podría relacionarse con ello, en la medida de que la pauta de inflación que se plantea en los concejos de salarios es la media de los extremos, en este caso 5%, cuando la inflación real, en un marco de desaceleración económica, tiende a un promedio muy superior al 7% (50 por ciento de diferencia).
De todas maneras sea cual sea la tasa de interés la influencia de los precios internacionales va a continuar, y los problemas de oferta de productos de granja y de viviendas subsistirán. Pero tenemos un dólar que favorece la importación, que se vuelve un obstáculo para la imprescindible industrialización que acompañe al crecimiento agropecuario de exportación. Las ventajas que otorga nuestro suelo a la producción del agro y al turismo les permiten afrontar un proceso de fortalecimiento de la moneda nacional, no sucede lo mismo con la producción manufacturera de insumos no agropecuarios. Otras vez el estado gastando en subsidios, economías externas, etc, para recuperar competitividad en esos sectores. Sectores que son indispensables para un crecimiento equilibrado de la economía nacional. La solución se ha transformado en el principal problema.
Este análisis de la inflación nos ofrece algunas pistas para abordar importantes problemas que afectan el poder adquisitivo de los trabajadores uruguayos. Sin duda concreción a mayor escala de los proyectos de vivienda, también acelerar los cambios para disminuir la dependencia de la generación de energía hidroeléctrica, y la regulación de la formación de precios cuando internaliza los altísimos precios de exportación y cuando depende de cadenas de distribución super-concentradas (oligopólicas).
El marco económico actual se caracteriza por desaceleración económica (menor crecimiento) hacia el nivel de crecimiento potencial, con estancamiento de los recursos que pueden elevarlo: formación de recursos humanos, funcionamiento del aparato estatal, generación de energía y mayor infraestructura logística. No creemos que esto se deba a desajustes en el déficit fiscal o en los parámetros inflacionarios.
Por ello es que el país debe comenzar por transitar una nueva etapa, de inversión pública, de promoción de la inversión privada con orientaciones sectoriales, que promueva cambios en la matriz productiva con empleos mejor remunerados que alejen a los hogares de la asistencia estatal. Y esto tiene que ver también con la promoción de proyectos gestionados por los trabajadores, en un marco de distribución de riqueza, de medios de producción, ampliado a experiencias nuevas, no limitado a las empresas recuperadas. Para esto, un Banco República que además de aportar un margen de sus ganancias al FONDES, se integre al conjunto de herramientas de política económica para el desarrollo.
Coincidimos con Luis Bértola cuando expresa “No alcanza con apropiarse más o menos inteligentemente de los recursos naturales para ser un país desarrollado. Para ser un país desarrollado uno tiene que haber internalizado, endogenizado las mejores capacidades de su época. Hay que aprovechar este momento para hacer transformaciones más profundas. El problema es que si uno no transforma las bases productivas lo que termina sucediendo es que si el modelo económico reproduce la desigualdad, va a llegar un momento que las políticas sociales no van a dar abasto para revertirlo”2Profesor Luis Bértola, en El Observador del 24/02/2013..
Referencias
↑1 | No podemos olvidar la importancia del déficit de la Caja Militar, 250 millones de dolares, que año tras año impone un límite al presupuesto. Tampoco el gasto en intereses por las colocaciones de las AFAP en papeles públicos, que prácticamente no invierten en proyectos productivos. |
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↑2 | Profesor Luis Bértola, en El Observador del 24/02/2013. |