Emprendedores & haraganes

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Las palabras que utiliza un gobierno son parte identificatoria de su ideología. Así todas las dictaduras en nuestro continente hablaban de la doctrina de la seguridad nacional, comunismo, terrorismo internacional.

Los años en los cuales campeaba el neoliberalismo a cara descubierta están pasando a la historia. Ya no aparecen brutos útiles como Menem en Argentina y menos fascistas como Pinochet, los cuales destruyeron cualquier intento de soberanía sobre nuestras economías. Tampoco rinden resultado los viejos regímenes liberales, socios de los anteriores, ahora con ropaje de democracia nuevas. Se han ido agotando y no son creíbles ante los pueblos.

Una ola de cambios se han sucedido por América Latina. Los pueblos apuestan al socialismo, o por lo menos a algo distinto al capitalismo neoliberal que gobernó en las últimas décadas.

Sin embargo, salvo honrosas excepciones, parece ser que el capitalismo estaba cómodamente preparado, esperando a estos gobiernos progresistas. Preparado para que los cambios ansiosamente esperados no cambiaran nada. Y en caso de que los cambios sean inevitables, entonces que sean en cuotas tan largas como para hacer ineficiente el cambio. Y ahí estamos. Rebuscando y repasando cuanto avanzamos en tal tema y cuanto en el otro. Si la reforma tributaria propuesta por el BID es la que queríamos nosotros y como sabemos que no, nos conformamos preguntándonos si no es mejor a lo que teníamos antes. Y de ahí nos agarramos como de una tabla salvadora. Si la deuda externa es una deuda soberana o no, como si eso cambiara el monto o lo injusto de su tamaño. Si funcionará la reforma de la salud, que algún día haremos la reforma de la educación y que por ahora no conviene hablar de reforma agraria, etc, etc,.

Las palabras que utiliza un gobierno son parte identificatoria de su ideología. Así todas las dictaduras en nuestro continente hablaban de la doctrina de la seguridad nacional, comunismo, terrorismo internacional, etc. El capitalismo se expresa en nuestros días de la misma manera en casi todos los países de América Latina. Son los organismos internacionales de crédito (FMI, BM, BID) los responsables de imponer la línea. Y esto es independiente de quién esté en el gobierno. Países con presidentes socialistas o países de clara afiliación de derecha llevan adelante la misma propuesta, a pesar que en sus países la presenten cada uno como original y nacional. El norte baja una sola línea para todos los países dependientes y nosotros la “compramos” sin pestañear. Es más, en muchos casos son tan descarados, que usan términos en inglés para soluciones nacionales (clusters, feedback, know-how). O peor aún, utilizan pésimas traducciones para términos nacidos en el norte, ejemplo de ello son: empredurismo, gobernanza, empoderamiento, etc., ninguna de estas palabras existen en castellano. En estos últimos años nos han impuesto supuestas soluciones a nuestras crisis. En todos los países aparecen: los “clusters” o conglomerados para los más criollos, la mejora de la competitividad, buscar nichos de mercado, leer lo que quieren esos mercados, hágase empresario o micro empresario, (el tamaño no importa, lo que importa es que sea en forma individual y alcanza con obtener un carrito para vender maní y usted ingresa al fascinante mundo del éxito empresarial, curso de gestión de empresas de por medio, faltaba mas) incubadoras de empresas, capital semilla, conquistar los grandes mercados mundiales (aunque aquí, seamos cuatro gatos).

Pero la joyita en esta simulación de cambio es el Emprendedurismo. Palabra que no existe en nuestro idioma. Saquen cuenta de donde viene…. Pero sí existe emprendedor, que según el diccionario de la Real Academia Española significa: Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierra dificultad o peligro. Lo sorprendente es que se plantea para salir de la injusticia, de la pobreza, ser emprendedor. Se hacen cursos dados por concienzudos profesores traídos de varios lados que nos enseñan cómo convertir a los pobres en emprendedores. Se les enseña que tienen que tener iniciativa, inventiva, ser pro activos y entusiastas de lo que vayan a hacer. Eso si, en forma individual, de a uno no sea cosa que se junten muchos y piensen en colectivo y discutan y reflexionen entre sí. Luego de todo esto les espera el éxito. Nos preguntamos sí será así de fácil salir de la explotación, nos preguntamos también ¿cuántos lo lograrán?.

Estos cursos, muy promovidos desde casi todas las estructuras públicas, le muestran al cursillista o cliente que él puede ser un triunfador si tiene voluntad y perseverancia. Casi nadie lo logra, a pesar de que algunos han pasado por infinidad de cursos, entonces sobreviene el sentimiento de culpa y de fracaso de la gente necesitada de una mejor vida. Las víctimas del sistema se autoinculpan de su situación. En el mejor de los casos los que salen bien de esta experiencia son los que dictan los cursos, los cuales se ven beneficiados por la mejora de su salario.

Si pensamos que las injusticias sociales generadas por el capitalismo las combatimos con estas herramientas que nos da el propio sistema, pueden suceder dos cosas: se está profundamente equivocados, confundidos o no se quiere cambiar nada. Difícilmente podamos cambiar al capitalismo con las armas que él mismo nos ofrece y aconseja.

No creemos que la pobreza se deba a la falta de iniciativa o carencia de “emprendedurismo” de los pobres. Tampoco que la contradicción para resolver la injusticia sea: emprendedores versus haraganes. Todas estas expresiones las podemos encontrar tanto en el gobierno de Jorge Batlle como en el actual. Si veníamos desde la historia a realizar grandes cambios, ¿no tendríamos que cambiar en parte el vocabulario?

En el tema Desarrollo Rural tratan de destruir hasta una cultura milenaria: el pequeño productor, el campesinado, la agricultura familiar. A este sector también le exigen que se transforme, que se modernice y se pase rápidamente a constituirse en una empresa capitalista y que haga su Plan de Negocios. Y hoy tenemos en nuestro país un escenario donde se le exige a la agricultura familiar que sea eficiente y compita con los agronegocios. La familia rural contra las transnacionales. Una forma de vida humana e integrada al ambiente contra al afán de lucro a cualquier costo del capital financiero.

Nos preguntamos¿cuál es el modelo de desarrollo alternativo al impulsado por los dueños del mundo?. El que nos están imponiendo no lo es, ya que está probado que lo que produce es mayor injusticia, mayor pobreza, producto de la enorme concentración de riqueza que logra realizar en poco tiempo.

¿Tendremos capacidad de generar un modelo distributivo? Seguramente habrá que pensar en otros cursos de gestión para los trabajadores y no en seguir repitiendo las recetas del Banco Mundial. Cursos donde la fraternidad y la solidaridad estén presentes. Donde prime el ser competente (haciendo las cosas bien) y no el ser competitivo (arruinando al igual que está al lado nuestro).

Tanto un modelo de auto gestión de los trabajadores, como de cogestión entre éstos y el Estado, requerirá de nuevas formas de aprendizaje, donde se puedan expresar los principios del colectivo sobre los individuales.

Por: Antonio Vadell

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